Parte I: Estrellas perdidas
Capítulo 1
Odette había estado inquieta por semanas. Eran finales de abril y aún no recibía respuesta de la universidad a la que quería asistir. Tenía otras opciones, por supuesto, pero ninguna la satisfaría como lo haría su elección principal.
Era la última clase del día, el profesor escribía en la pizarra y ella tenía la mirada perdida, mientras tamborileaba los dedos de la mano derecha sobre su cuaderno, que ya estaba lleno de notas. Repentinamente, una bolita de papel aterrizó sobre su cuaderno, lo que provocó que Odette despertara de su embelesamiento. Abrió el papel y notó la elegante caligrafía de Ethan, con la que escribía: «¿Has recibido noticias?». Giró el rostro a su izquierda, donde él se sentaba, y negó con la cabeza, ligeramente decepcionada.
—¿Qué hay de ti? —preguntó en susurros, para evitar que el profesor la reprendiera por no poner atención a la clase.
—Nada aún.
Cuando la clase terminó, Odette lanzó un suspiro y comenzó a recoger sus cosas. Ethan se posicionó a su lado casi inmediatamente.
—Ustedes no dejan el romanticismo de lado ni siquiera en clases.
Una chica de pastoso cabello color chocolate se había acercado a ellos.
—No estábamos comentando nada malo —explicó Ethan, soltando una risita, mientras cerraba su brazo en la cintura de Odette—. Es sólo que aún no sabemos nada de la Academia.
—Esto no es normal, estamos por terminar el mes y para mitades de mayo ya tendría que estar todo registrado —dijo Odette, mientras caminaban hacia la puerta de salida—. Si es que entramos, claro.
—¿Puedes dejar ya de torturarte?
—No lo entiendes, Emma. Durante toda la preparatoria he deseado asistir a la Academia y si resulta que no me aceptan…
—No creo que no te acepten —interrumpió su amiga.
—Siempre quedan las demás opciones, que también son excelentes universidades. —Ethan clavó un beso en la mejilla de su novia—. Pero no creo que no te acepten, tal como dijo Emma.
Aquel trío de amigos siempre caminaba de regreso a casa. Ethan tenía que desviarse del camino de Odette y Emma unas cuantas cuadras antes de que llegaran a su destino, ya que vivía en otro vecindario.
—Las veo mañana —anunció. Besó fugazmente a Odette en los labios—. Tranquila, ¿de acuerdo?
Odette asintió, aunque no podía estar tranquila, la impaciencia no la dejaba en paz, ¿por qué tardaban tanto en enviarle la notificación? Fuera aceptada o rechazada, quería saberlo de una vez. Abrió el buzón en cuanto llegó a casa, con Emma siguiéndole los pasos. Revisó rápidamente, notando que uno de los sobre era para ella.
—¿Es de la Academia? —preguntó Emma, tratando de ver por encima del hombro de su amiga.
Odette negó con la cabeza.
—¿Quieres quedarte a comer? Mamá preparó el bistec relleno de verduras que te gusta.
—Sólo avisaré en casa. —La sonrisa iluminó el rostro de la Emma—. No tardo.
Odette entró y anunció que ya se encontraba en casa. Charlotte contestó el saludo desde la sala, siempre esperaba a que su hermana mayor llegara para imponer su presencia en el comedor y presionar para que la comida se sirviera casi inmediatamente.
Subió a su habitación, dejó todas sus pertenencias sobre la cama y luego se reunió con Charlotte en el comedor, donde su madre ya estaba sacando los bistecs del horno.
—Invité a Emma a comer.
—¿Así que nos visitará la señorita Champlain?
Su padre acaba de llegar y se reunió con su familia al instante. Siempre que llegaba del trabajo, sus tres mujeres, como él las llamaba, ya se encontraban en el comedor alistando todo.
Liam Gauthier era profesor de francés en una preparatoria, así que era común que en la mesa se trataran temas escolares la mayor parte del tiempo. El señor Gauthier siempre decía que era bueno ver las diferencias entre la escuela en la que enseñaba y la escuela a la que iban sus hijas, sólo para ayudarle a preparar su clase mejor.
—Puede apostarlo, señor Gauthier.
Emma acaba de entrar y saludó a los padres de Odette con entusiasmo.
Era cosa habitual tener a Emma para la hora de la comida, así como tampoco era de sorprender que Odette estuviera en casa de los Champlain para la cena. Esas dos familias estaban tan unidas como si fueran una sola.
Una vez terminada la comida, cada una de las chicas se encargó de lavar sus platos y luego desaparecieron en sus respectivas habitaciones, era una regla establecida que tenían que realizar sus deberes escolares después haber comido. Emma se sentó en la cama de su amiga y visualizó el sobre que Odette había sacado del buzón cuando llegaron de la escuela: Era de Bishop’s University.
—¿No vas a abrirlo? —Zarandeó el sobre enfrente de la cara de Odette—. Suena importante.
—No pienso abrir nada hasta tener una respuesta de la Academia.
—Tienes más, ¿no es cierto? —Emma la escudriñó con sus ojos verdes.
Odette tomó entre sus manos sus rebeldes rizos castaños y los sujetó con una liga de goma, luego suspiró mientras miraba a Emma.
—Una de Collège LaSalle y otra de McGill University.
—¿¡No has abierto ninguna?!
—No quiero que mis padres sepan mis opciones aún. Les he dicho que apliqué en algunas universidades y estuvieron de acuerdo en esperar a que les anuncie a cuál he decidido ir.
—Estoy segura de que nunca les dijiste que aspiras a irte a París. —Emma cruzó los brazos.
Odette se mordió el labio inferior a la vez que se sentaba en la cama también.
—¡Odette! Es importante, no deberías ocultarles eso a tus padres.
—No estoy ocultándoselos, sólo estoy esperando el momento propicio para decirlo. —Jugueteó con el sobre de Bishop’s University—. Si al final no me aceptan, nunca lo sabrán y no tendrán por qué escandalizarse.
—¿Y qué vas a hacer si te aceptan? Deberías por lo menos haber lanzado la posibilidad en alguna plática, así podrían esperarlo.
—Bueno, es demasiado tarde ahora. Sólo necesito esperar para saber qué hacer.
Emma se alzó de hombros, conocía a su mejor amiga y sabía que no prestaría atención a todas esas universidades hasta que no tuviera más opción.
—De verdad quiero ir a la Academia.
—Yo me preocuparía más sobre cómo se lo dirás a tus padres una vez que te acepten.
—¿Te lo imaginas? —Los delgados labios de Odette se levantaron en una sonrisa al escuchar el positivismo de su amiga—. Si Ethan y yo somos aceptados… —Suspiró sin poder terminar—. Pero si no es así…
—Tu gemelo todavía podrá venir a visitar o viceversa.
—Oye, no lo llames así, sabes que no me gusta.
—Lo siento, es tan extraño que tu novio se parezca a ti.
—No se parece a mí.
—¿No? Piel blanca y cabello castaño, sin mencionar los ojos de color claro.
—Él los tienes azules y yo no, ahí tienes una diferencia.
—Uy, color miel, una grandísima diferencia.
—Es más alto que yo.
—Eso no cuenta. —Emma era buena dando argumentos—. De cualquier manera, llevan saliendo sólo unos cuantos meses.
—Lo dices como si no fueran suficientes para que nos importe.
—No es lo que quise decir, ¡cielos! —Se dejó caer sobre la cama, su amiga la seguía mirando—. Me refiero a que no debió ser tan lento. Si te hubiera dicho desde el inicio cuánto le gustabas, habrían salido todo el último año de la preparatoria y seguramente ya te habrías acostado con él.
—¡Emma!
—¿Qué? No es el fin del mundo si tienes sexo con tu novio.
—Hagamos los deberes para tener un poco de tiempo libre antes de que acabe la tarde.
Ambas trabajaron en silencio, pero de cualquier manera, a Odette le fue difícil concentrarse, aunque no se lo mencionó a Emma. Sus palabras le retumbaron en la cabeza por buen rato, ¿sería verdad que de haberse declarado antes, Ethan y ella tendrían mucho más tiempo de noviazgo?
Recordaba perfectamente la primera vez que lo había visto. Era el primer día de clases de su tercer año de preparatoria, se encontraba algo cabizbaja, ya que no compartiría todas las clases con Emma debido a la elección de sus respectivas carreras. Sin embargo, la primera clase del ciclo escolar era una de ellas y Odette se había sentado tras Emma, como siempre lo habían acostumbrado.
Lo vieron entrar y sentarse casi al final de su fila. En aquel punto, se reconocía inmediatamente si había un estudiante nuevo, el constante cambio de clases y de aulas los hacia toparse con casi toda la población estudiantil y, definitivamente, ese chico era nuevo. El profesor no lo presentó ni hizo hincapié en ello, no obstante, terminadas las primeras dos horas de clase, ya tenía a una que otra chica tratando de entablar conversación con él.
—Es lindo —dijo Odette casi entre dientes en su descanso.
—Deberías presentarte. —Emma había soltado una risita burlona.
—Claro que no, ¿qué me distinguiría de entre las demás si lo hago?
Emma supo desde el primer momento que su mejor amiga estaba impresionada con él, pero también sabía que no daría el primer paso para acercarse, nunca lo había hecho y no creía que empezara a hacerlo por el chico nuevo.
No tuvo que hacerlo, al final de cuentas. Emma compartía unas pocas clases con ellos, pero Odette se encargó de informarle que él compartía todas las demás clases que tomaba y que, al final de la semana, se había presentado formalmente ante ella como Ethan Tremblay.
Ethan comenzó a sentarse junto a ellas y les pidió ser incluido en sus equipos de trabajo siempre que fuera requerido, alegando que no conocía a nadie más. Era una excusa débil, ya que para entonces, todas las chicas de la clase se habían presentado ante él ofreciéndole toda la ayuda que pudiera necesitar.
Así fue como comenzaron a incluir a Ethan en sus descansos y lo invitaban a algunas de sus actividades vespertinas o de fin de semana (como idas al cine o caminatas por el parque). Emma veía lo evidente que era que Ethan y Odette se gustaban, aunque ninguno se decidía a hacer nada.
Fue hasta que pasaron las vacaciones decembrinas que Ethan se armó de valor e invitó a Odette a salir, la había invitado a tomar un helado. Emma estuvo tentada a seguirlos y hacer que se emparejaran de una vez si ninguno de los dos se decidía a hablar, pero sabía que era poco apropiado.
Un par de semanas después, habían formalizado el noviazgo.
—¡Me voy a la florería!
Florence, la madre de Odette, tenía una florería. Era un negocio familiar que ninguna de sus hermanas estuvo interesada en cuidar, así que terminó por quedárselo. Era un establecimiento pequeño, no obstante, la señora Gauthier le tenía mucho cariño porque su padre había pasado sus últimos años atendiéndola, antes de que finalmente falleciera.
Así era como Florence apoyaba a Liam, su esposo, con los gastos de la casa. Tanto Odette como Charlotte sabían que no eran una familia rica, con los ingresos de sus padres podían tener una buena vida, incluso podían darse algunos lujos, pero sólo de vez en cuando. Por esa razón, Odette siempre se esforzó por ser una estudiante excelente y así poder tramitar una beca para la universidad.
—Debo irme, mamá quiere que la acompañe a comprar víveres.
A Emma le encantaba ir de compras con su madre, siempre terminaba convenciéndola de comprar alguna cosa no incluida en la lista.
—Nos vemos mañana —se despidió Emma, haciendo un movimiento con la mano.
—Hasta mañana.
★ ★ ★
Era la primera semana de mayo y Odette se había puesto histérica, ya que aún no había noticias de la Academia. Emma había empezado a estresarse con la incansable insistencia de su amiga por quejarse de la falta de noticias de lo que podría ser su brillante futuro.
Caminaron más lento que de costumbre una vez que Ethan las había dejado. No decían palabra, quizá temiendo tener una discusión sin fundamentos y que sólo las haría irritarse el resto de la tarde. El celular de Odette sonó; lo sacó de su mochila y vio que era un mensaje de Ethan.
«No lo abras sin mí, voy para allá».
¿De qué hablaba? ¿Abrir qué? ¿La visitaría en su casa antes de la hora de la comida? Eso era inusual. Entonces, cayó en la cuenta.
—¡No puede ser! —Odette comenzó a correr tan rápido como pudo para llegar a casa lo antes posible.
—¡¿Qué sucede?!
Odette no se detuvo ni contestó a la pregunta de su amiga, corrió sin descanso hasta que se encontró frente al buzón de su casa, con el corazón casi saliéndosele del pecho. Emma llegó segundos después, tomando una gran bocanada de aire.
Abrió el buzón y sintió un hueco en el estómago cuando vio el sobre con su nombre. Por fin había llegado. Ethan se reunió con ellas en un santiamén, levantando el sobre que él había recibido.
—Entremos —dijo Odette, caminando hacia la puerta de entrada.
Charlotte estaba en la sala, como era de costumbre. En cuanto ellos entraron, salió disparada hacia la cocina para ayudar a su madre con los últimos detalles de la comida. Ethan y Odette se miraron fugazmente y comenzaron a abrir sus sobres. Con manos temblorosas, comenzó a leer la carta, saltándose todas las formalidades de presentación.
«Estimada Odette Gauthier:
A través de la presente, la Académie Supérieure Des Beaux-Arts De París le informa que su solicitud de ingreso ha sido aceptada por los directivos de esta honorable institución.
Reciba la más cordial de nuestras felicitaciones por la aceptación para formar parte del alumnado de nuestra Academia. Se ha enviado toda la información necesaria a su cuenta de correo electrónico, le solicitamos nos haga llegar todos los datos solicitados antes de la tercera semana de mayo del año en curso para comenzar los trámites de inscripción».
Dejó de leer y se quedó congelada por unos segundos, ¡había sido aceptada en la Academia de París! Lanzó un grito que inundó la casa, haciendo que Charlotte y sus padres asistieran de prisa a la sala.
—¿Qué sucede? —preguntó su madre.
—¡Me voy a París!
Capítulo 2
Emma tenía razón cuando le dijo a Odette que debía haber preparado a su familia para la noticia. La palabra «sorprendidos» no abarcaba todo lo que se reflejaba en sus rostros, estaban conmocionados, sobre todo su hermana menor, quien mostró algo de terror al escuchar que Odette se iría.
—¿De qué estás hablando? —Charlotte se sentó en el sofá más próximo, encajando su mirada en el par de ojos almendrados de su hermana.
Odette sabía que no sólo ella esperaba una explicación.
—He sido aceptada en la Academia Superior de Bellas Artes de París.
Odette extendió la carta de aceptación hacia su madre y, detrás de ella, había un segundo documento, que su padre leyó en silencio.
«La Academia Superior de Bellas Artes de París es una escuela universitaria de arte con prestigio internacional. Es una universidad privada que imparte cuatro de las Bellas Artes: Danza, Música, Artes Visuales y Teatro.
La Academia Superior de Bellas Artes de París es la escuela de arte más grande de Francia, con más de 350 años de existencia. Establecida en el corazón de París, la Academia posee todos los elementos esenciales de la vida universitaria: Espacios de vida y estudio, bibliotecas, instalaciones deportivas y culturales, etc.
En la Academia se ofrece formación de alto nivel para estudiantes que persiguen una carrera artística; en ella, estudian entre 500 y 600 alumnos por año, de los cuales, alrededor de un 15% o 20% son extranjeros. La formación de los estudiantes es impartida por profesores y ponentes tanto nacionales como internacionales, quienes son artistas de renombre y comparten su experiencia. Se abordan todas las técnicas y las prácticas artísticas, además de que en el programa de estudios figuran talleres con materias alternas.
Para completar el plan de estudios, en el cuarto año de la carrera se planifica la capacitación en una universidad externa a través de un intercambio estudiantil, que incluye una pasantía profesional, además de las clases programas regularmente que se inculcarán en la escuela receptora. Ésta tiene duración de 6 meses».
Liam dejó de leer y miró a Odette, pero ésta observaba a Ethan, de quien se había olvidado momentáneamente por la emoción.
—Perdóname —se excusó, tomándole la mano—. ¿Cuál ha sido tu respuesta?
—Parece que iremos juntos. —Una sonrisa se dibujó en sus labios.
Odette se abalanzó hacia él para abrazarlo, haciendo rebotar curiosamente sus rizos.
—Es genial —intervino Emma, aunque luego miró a Ethan y lo tomó del brazo—. Pero creo que Odette tiene que platicar con sus padres primero.
El señor Gauthier agradeció el gesto hecho por Emma y asintió, así que Odette se despidió de ellos y tomó asiento en la sala una vez que habían desaparecido tras la puerta de entrada. Sabía que tenía que hablarlo con sus padres, no obstante, notó que Charlotte no se movió de la sala tampoco, al parecer, estaba determinada a enterarse al mismo tiempo que los demás, después de todo, era muy apegada con su hermana mayor y quería saber cómo afectaría eso a su relación.
—Hija, esto suena maravilloso —dijo su padre, quien en verdad se sentía orgulloso de que Odette hubiera sido aceptada en una universidad tan prestigiosa—, pero sabes que no podríamos pagarlo.
—Lo sé, papá, pero no debes preocuparte por eso. —Se acercó a él y lo tomó de la mano—. No sólo me han aceptado en la Academia, me han otorgado una beca. —Miró también a su madre—. Es una beca completa, lo que significa que no tendrán que preocuparse por el dinero.
—¿Qué incluye esa beca, específicamente? —Su madre también parecía preocupada por el mismo motivo que su esposo.
—Prácticamente todo. —Se sentó en medio de sus padres—. Todas las clases, los materiales que en ellas usemos y mi vivienda. —Sonrió ampliamente—. Viviré dentro de la Academia.
—Cielos, parece que tenías todo planeado. —Florence fue la primera que parecía empezar a relajarse con el asunto.
—No quise decirles antes porque no sabía si podría lograrlo, pero en caso de que fuera aceptada, tenía que cubrir todo, de lo contrario, no serviría de nada.
—Realmente quieres hacerlo, ¿cierto?
—No sabes lo feliz que me haría, papá.
—Bueno. —Liam suspiró—. Supongo que tendremos que acostumbrarnos a no verte vagando por la casa en las tardes.
Odette ahogó un chillido de felicidad y abrazó a sus padres con tanta fuerza que ellos no pudieron más que sonreírle y corresponder el gesto.
—¿Cuándo tendrías que irte?
—Necesito verificar detalles, pero supongo que sería para el final del verano. No tienes que preocuparte por el viaje, puedo cubrirlo, he estado ahorrando.
—De ninguna manera —expresó su padre—. Has hecho suficiente con ganarte esa beca.
—Pero, papá…
—Nada, nada, sólo preocúpate por tener todo listo y esforzarte mucho, ¿de acuerdo?
Florence pidió que todos se reunieran en el comedor para iniciar con la comida o llegaría tarde a la florería, sin embargo, Charlotte no se movió y Odette se sintió obligada a quedarse en la sala, sabía que quería decirle algo.
—¿Por qué quieres irte a París? —preguntó Charlotte con tono acongojado, una vez que sus padres se encontraban en el comedor—. ¿No podrías estudiar Artes en alguna escuela más cercana? —Tenía los ojos vidriosos.
—Podría, Charlie. —Atrapó sus hombros con su brazo izquierdo—. Pero París ha sido mi sueño por años y el hecho de que haya conseguido la beca tiene un enorme significado para mí. —Secó una lágrima que escapó y rodó por la mejilla de Charlotte.
—Pero, pero… —Apretó los labios—. No estarás cuando me gradúe de la secundaria o cuando comience la preparatoria.
—Quizá pueda estar aquí para tu graduación. —Le sonrió—. Escucha, sé que suena descabellado y créeme, también te extrañaré horrores, pero me entenderás cuando llegue el momento de que tomes estas mismas decisiones.
—¡Niñas! ¡La comida está lista! —gritó su madre desde el comedor.
—Vayamos a comer o mamá enloquecerá. —Le dio un abrazo fugaz a Charlie y tomaron camino hacia el comedor tomadas de la mano.
★ ★ ★
—Dioses, la escuela luce maravillosa —exclamó Emma cuando Odette le mostraba algunas imágenes en su laptop.
—¡Lo sé!
—¿Has mandado ya toda la información que nos solicitaron? —Ethan había sonreído al escuchar la emoción en la voz de su novia.
—Me falta decidir los clubes a los que entraré, ¿tú ya los escogiste?
—He estado pensando en ello.
—Adivinaré. —Miró la lista de clubes. Tenían que escoger uno deportivo y otro cultural—. Fútbol y ajedrez.
Ethan soltó una risita y Emma rodó los ojos, a veces se ponían más melosos de lo que a ella le gustaría.
—Bueno, yo también puedo adivinar los tuyos —dijo él con orgullo—. Fotografía es seguro y… —Levantó una ceja en dirección a Emma—. Club de porristas.
—Puedo imaginármela haciendo el ridículo. —Emma soltó una sonora carcajada.
—Son unos pésimos amigos por burlarse de mis pocas habilidades atléticas. —Odette frunció el ceño.
—Sé que será natación, sólo quería molestar. —Ethan le dio un beso fugaz.
—Pensé que escogerían los mismos clubes para estar pegados como muéganos todo el tiempo.
—Estaremos juntos en algunas clases. —Odette se alzó de hombros—. Así que cada uno puede ir a los clubes que desee. —Miró a su amiga—. Oh, Emma, de verdad desearía que pudieras ir también.
—Mi padre me desheredaría si no asisto a la escuela de Medicina en la que él estudió, es casi una tradición familiar.
—¿Estás segura que Medicina es la carrera idónea para ti?
—¿Qué estás insinuando, Tremblay? —Le dio una mirada feroz.
—Nada, nada, sólo quería estar seguro.
—Por sorprendente que te parezca, de verdad quiero estudiar Medicina. Admiro mucho la labor de papá y saber que podré ayudar a salvar vidas suena inspirador.
—Emma lo hará muy bien, puedo jurarlo. —Odette apretó su mano.
—Bueno, ¿qué esperan? Manden todo o estarán lloriqueando si los dejan fuera por no mandar la información a tiempo.
★ ★ ★
Una vez que todos estuvieron inscritos en sus respectivas universidades, el tiempo pareció volar. Unas cuantas semanas después, se realizó el baile de graduación, aunque ninguno de ellos asistió. A Ethan no le hubiera importado asistir con Odette, pero ella se negó a ir porque Emma no tendría pareja.
Emma había tenido una relación con un chico llamado Jacob Hamilton, con quien compartía algunas clases, materias a las que Odette no asistía. Estuvieron saliendo por poco más de medio año, sin embargo, Jacob puso fin al noviazgo repentinamente, casi sin razón aparente. Un par de semanas después, se enteraron de que salía con una chica llamada Avery Sinclair, que iba en un grado menor a ellas.
—¿Qué clase de nombre es Avery, de cualquier manera? —preguntó Odette con desdén.
Emma era una chica fuerte, pero aun así, la primera semana tras la ruptura, se encerraba en su habitación en cuanto llegaba a casa y lloraba a solas. Odette, que tenía poco tiempo de salir con Ethan, le pidió que no la visitara algunos días para poder acompañar a su amiga, además, pensaba que podía hacerla sentir peor al verla a ella felizmente en una relación.
A pesar de que sabía que aún le dolía hablar de Jacob, Emma se sobrepuso y se prohibió llorar por un chico que la había cambiado por alguien más joven («¡Es sólo un año más joven, joder!», había dicho indignada). Tampoco trató de salir con ningún otro chico por el resto de la preparatoria y fue por ello que Odette decidió ser solidaria en el hecho de no asistir al baile si ella no lo hacía.
No hizo falta, de cualquier manera. Después de celebrarse la ceremonia oficial de clausura de su tercer año de preparatoria, los Champlain y los Gauthier organizaron un picnic en el Parque de la Chute-Montmorency, donde claro, Ethan también estuvo invitado.
El verano avanzaba y lo único en lo que Odette podía pensar era en su próximo viaje a París. Emma le había estado ayudando a empacar, haciéndola dejar varias cosas que le aseguró eran inservibles como equipaje para la universidad.
—¿De verdad? ¿El viejo corcho?
—No me obligarás a dejarlo. —Odette negó firmemente con la cabeza.
—Puedes comprar otro en París y hacer un collage nuevo.
—Es de las cosas más especiales que tengo. Ahí están todos mis buenos recuerdos de forma condensada, no quiero hacer uno nuevo. Me lo llevo.
—¡Bien!
—Dioses, es tarde. Ethan y yo nos veremos en menos de media hora.
—¿A qué hora sale su vuelo?
—A las 6:00 p.m., me parece. Llegará por la mañana a París.
—De tus ganas te irías con él hoy mismo.
—Pasará algunas semanas allá con sus padres, como vacaciones. —Odette soltó una risita—. Además, le ayudará a establecerse en el apartamento en el que vivirá, ya que no será interno de la Academia como yo.
—Bueno, por lo menos conocerá un poco la ciudad, así cuando llegues, podrán salir a dar paseos.
—Mejor me voy, es tarde. No puedo entretenerlo más de la cuenta porque tiene que irse al aeropuerto temprano.
—De acuerdo. Pasaré a platicar un rato con Charlie, alguien debe quedarse a cuidar a tu hermanita ahora que te irás.
En realidad, la casa de Ethan no estaba muy alejada de la de Odette, así que se vieron en el punto donde siempre separaban caminos cuando iban a la escuela y luego caminaron hasta su heladería favorita. Ethan pidió un cono con helado chocolate y Odette uno con helado de frambuesa.
—Todo esto es tan genial. —Suspiró ella con emoción—. Me da gusto que puedas conocer la ciudad antes que yo.
—¿Sabes? Estaba pensando que podríamos celebrar nuestro sexto mes de noviazgo estando en París. Sé que ya han pasado algunos días, pero creo que valdría la pena retrasar la celebración y hacerlo diferente.
—¡Sería estupendo!
—Buscaré buenas opciones, lo prometo.
—Lo que sea que hagas estará perfecto si te tengo conmigo. —Odette apretó su mano y luego le dio un beso fugaz.
Una vez que terminaron sus helados, Ethan acompañó a Odette hasta su casa. Incluso tuvo la oportunidad de saludar a Emma y a Charlotte.
—Llegaré a París por la mañana. Por el cambio de horario, creo que será demasiado tarde aquí para que te llame.
—Porque claro, no existen los teléfonos celulares a donde mandar un mensaje de texto sin despertar a la gente.
—Siempre con tu buen humor, Emma. —Ethan se rio—. Estoy seguro de que extrañaré eso.
—No es como que ya no fueran a volver, ¿saben?
—Te enviaré un mensaje de texto, tal cual sugiere Emma.
—Será lo primero que vea cuando despierte. Para entonces, ya me podrás platicar cómo te fue y como es tu apartamento.
—Tenlo por seguro. —La besó—. Debo irme. Nos veremos en pocas semanas.
Una vez que Ethan se fue, Odette y Emma continuaron reuniendo cosas para el equipaje. Cuando la noche cayó, su amiga se despidió, prometiendo regresar al día siguiente para continuar con su labor.
Odette se durmió con una sonrisa en el rostro, ansiosa porque llegara el día siguiente y poder leer el mensaje de Ethan sobre su llegada a París.
Pero el mensaje nunca llegó.
Capítulo 3
Su habitación era enorme. Era el tipo de cosas que sus padres hacían para hacerlo sentir mejor, aunque en realidad no funcionaba. Retiró el cigarrillo y una gran bocanada de humo salió de su boca; la ventana estaba abierta, pero aun con ello, el olor del cigarrillo se esparció por todo el lugar, quedándose.
Se escucharon un par de golpes en la puerta y luego se abrió sin esperar a que hubiera respuesta. El joven que se encontraba recostado sobre la cama no se inmutó. El largo y lacio cabello rubio de una mujer apareció tras el umbral, murmuró algo que él no alcanzó a escuchar, pero tampoco le interesó preguntar qué hacía ahí.
Ella echó un vistazo rápido a la habitación, no estaba del todo desordenada, aunque notó que había una maleta a medio llenar sobre el piso. Cerró los ojos y lanzó un suspiro, mientras se acercaba a la cama. Se sentó.
—¿A dónde vas ahora?
—¿Qué importa? —Dejó la colilla del cigarrillo en el buró al lado de la cama y luego miró el techo.
—Soy tu madre, por supuesto que importa.
—Claro.
—Bill —dijo ella, en forma de reclamo—. No sé porque siempre muestras esta actitud, sólo quiero saber un poco de tus planes, ¿qué tan malo puede ser eso?
—Hablaremos en la cena —contestó, esquivando la pregunta de su madre—. A menos de que se me permita no asistir al comedor.
—Sabes que me gusta que nos acompañes a cenar cuando estamos en casa.
—No entiendo el punto, pero está bien, iré.
—Tu padre llegará en un par de horas. —Se levantó de la cama—. Date un baño, no le gusta el olor que deja el cigarrillo.
—Como si fuera lo único que le desagrada.
Su madre sabía que no había necesidad de seguir con aquellos argumentos. Nunca podía hacer que Bill se portara más amable y no tenía deseos de terminar fatigada intentando que lo fuera. Aun con ello, no lo dejaría faltar a la cena, de las pocas ocasiones en las que estaban los tres juntos, siempre se esforzaba en reunir a la familia, por lo menos, a la hora de cenar, aunque la mayoría de las ocasiones terminaba siendo una pelea sin tregua en el comedor.
En cuanto se cerró la puerta, él se sentó sobre la cama y vislumbró el sobre que había dejado en su escritorio. Había hecho todos los trámites, pero no les había compartido sus planes a sus padres. Generalmente no lo hacía, sin embargo, aquella decisión en específico, tenían que saberla, porque sería algo en lo que estaría metido por algunos años.
Se dio el baño que le recomendó su madre y luego volvió a la cama a esperar que la hora de la cena llegara. Dormitó un rato, casi sin quererlo, y despertó completamente cuando se escucharon tres golpecitos en la puerta. Nadie entró, sólo era la señal de que la cena estaba lista.
Se levantó con pesadumbre y guio sus pasos hasta el comedor. Vislumbro la silueta de su padre incluso antes de que entrara a la estancia. Cuando Bill apareció, se acercó a donde su madre servía la comida, pero ella negó con la cabeza.
—Déjalo, yo puedo llevar tu plato.
No agradeció, sólo retrocedió y fue a tomar asiento; su padre hizo lo mismo unos segundos después. Sus miradas se cruzaron, pero ninguno soltó palabra y cuando tuvieron los platos frente a ellos, todos comenzaron a cenar en silencio.
La plática sobre el hospital pronto comenzó a fluir, aunque Bill fingía no escucharlos, a la vez que picoteaba la comida en el plato. Cuando sus padres terminaron su cena y levantaron sus platos, Bill hizo lo mismo, aunque luego volvió a tomar asiento. Aquello los desconcertó un poco, generalmente su hijo regresaba a su habitación sin mencionar palabra.
—¿Qué sucede? —preguntó su madre, sonando interesada, a la vez que también se sentaba. Dirigió una mirada a su esposo, quien también terminó sentándose.
—Me iré a París.
Aquella información no era novedosa. Bill ya había estado en París antes, incluso tenían una casa en la ciudad para cuando fuera necesario hacer una visita. Sin embargo, si les estaba dando a conocer esa información, debía ser por algún motivo, ya que no era algo que acostumbrara a hacer.
—¿Y has decidido darnos esta información porque…?
—Siempre preguntan a donde voy, ¿no es así?
—Lo que tu padre quiere decir es que nos gustaría saber el motivo por el cual visitarás París.
—No iré de visita, voy a vivir ahí.
Un silencio incómodo se apoderó del comedor. Si no fuera porque se trataba de un proyecto importante, Bill se hubiera levantado y se hubiera ido a su habitación.
—Estudiaré en la Academia Superior de Bellas Artes de París.
—¿Irás a la universidad? —había ilusión en la voz de su madre—. Oh, Bill, ¡es maravilloso!
—¿Qué estudiarás ahí?
—Artes Visuales. —Sentía la necesidad de encender un cigarrillo justo en ese momento, pero sería comenzar una pelea innecesaria con su padre.
—Ya veo.
—Supongo que estas decepcionado porque no escogí Medicina.
—¿Así que eso es lo que piensas? Hasta donde yo sé, nunca te hemos obligado a optar por Medicina, creí que tendríamos un poco más de crédito.
—¿Sobre qué tendrían crédito, exactamente?
—Bill, Christiaan, no es necesario comenzar una discusión.
—Explícale eso a nuestro hijo, Betsie. Siempre le hemos dado lo mejor y siendo descortés y cortante es como nos paga.
—¿Darme lo mejor? —refutó Bill con notable fastidio—. Supongo que viajar durante toda la niñez es la mejor forma de educar a un hijo, dejándolo solo en casa con una nana o una institutriz.
—Bill…
—No es eso lo que un niño quiere de sus padres, ¿saben? Quizá un poco de tiempo fuera suficiente.
—Estábamos forjando tu futuro.
—¿Mi futuro? Yo creo que más bien forjaban el suyo.
—¿Con qué crees que se consigue el dinero con el que te la pasas viajando? Porque déjame decirte que no crece en los árboles.
—No me hubiera importado vivir en una casa pequeña, en una sola ciudad y tener una familia normal.
—¿Qué quieres decir con una familia normal?
—Ya basta —interrumpió Betsie—. Está bien si es lo que quieres hacer, Bill, sabes que te apoyaremos.
El rostro de Christiaan comenzaba a enrojecerse por la molestia, mientras que Bill miraba de manera desafiante a su padre.
—Es bueno saber que la casa en París será utilizada, ya que no la visitamos muy seguido.
—No viviré en la casa de París. —Sus ojos verdes, intensos y ligeramente hundidos se posaron en el rostro de su madre—. Viviré en la Academia.
—No tienes por qué vivir en la escuela, puedes usar la casa, de verdad.
Betsie sabía que, en ocasiones, cuando su hijo viajaba, prefería quedarse en algún hotel que en cualquier casa o apartamento que ellos tuvieran en alguno de los destinos que visitaba.
—Si lo que no quieres es ser molestado, está bien por nosotros, sabes que tu padre y yo viajamos poco a París.
—Además del hecho de que nunca están en casa, sea la ciudad que sea —recriminó Bill, a la vez que levantaba la cabeza para evitar la mirada de sus padres.
—Es suficiente —dijo Christiaan cortantemente—. Agradecemos que nos notifiques tus planes, pero si ya no tienes nada amable que decir, es mejor que te retires a tu habitación.
—Mandarme a mi habitación. —Bill se levantó—. Eso debiste hacerlo cuando tenía menos de 10 años, ahora no tiene el efecto que deseas.
Betsie cerró los ojos ante la tensión que se había generado en el comedor, las riñas entre su esposo y su hijo eran cada vez más frecuentes y no sabía de qué forma hacer que se detuvieran. Mientras Bill se alejaba del comedor, ella se levantó y se sentó al lado de Christiaan, podía sentir lo alterado que estaba. Dio un apretón a su mano y luego posó un beso en su mejilla
—Sólo déjalo. Encontrará la forma de hacerlo bien.
En cuanto llegó a su habitación, encendió un cigarrillo y se aproximó a la ventana. El ambiente estaba ligeramente frío, aun con ello, lo sentía agradable. Respiró profundamente, pensando cuándo sería la mejor fecha para dejar Ámsterdam y finalmente mudarse a París.
★ ★ ★
Desde que fue capaz de viajar solo, había decidido alejarse de las rutas de sus padres, quienes siempre estaban guiados por asuntos del trabajo, visitando hospitales en diferentes partes del mundo. Visitó varios países y conoció a mucha gente, aunque en realidad nada le había complacido.
Sus padres habían insistido en que iniciara una carrera universitaria, no importaba la escuela que eligiera, mientras decidiera ocupar su tiempo en algo productivo. Sabía que era una buena oferta, pero había querido llevarles la contraria, así que comenzó a viajar sin rumbo fijo. Aun con ello, terminaba regresando a Ámsterdam, que era donde se encontraba la primera casa donde había vivido.
Para cuando llegó a París, aún faltaban un par de semanas para el inicio de los cursos propedéuticos. Habían pasado un par de años desde la última vez que había estado ahí, así que lo hizo para comenzar a familiarizarse de nuevo con la ciudad.
Para el tiempo en que se dirigió a Francia, sus padres ya habían dejado la casa de Ámsterdam para visitar una nueva ciudad, donde empezaría con el proyecto para el hospital, según era su costumbre. Gracias a su agenda, no tuvo necesidad de informarles que efectivamente visitaría la casa de París durante el tiempo que faltaba antes de ser admitido a hospedarse en la Academia.
La casa acababa de ser aseada y arreglada, sus padres se encargaban de buscar personas responsables para que las propiedades se mantuvieran en buen estado. Prácticamente tenían una casa en cada ciudad en la que habían estado mientras trabajaban para los diversos hospitales.
Era enorme y también completamente solitaria. Su oposición a vivir ahí iba más allá del rechazo a la ayuda que sus padres le ofrecían, como ellos mismos pensaban. La razón era que no quería estar solo en la casa. Prácticamente había crecido sin la figura materna y paterna, así que no quería un constante recordatorio de ello al estar viviendo ahí.
Dejó sus pertenencias en la habitación que usaría. En realidad, si se paseaba por la casa, eran pocas cosas las que tenían algún valor sentimental y más que nada se encontraban agrupadas en la sala, así que cualquier habitación se sentía impersonal.
Encendió su laptop y comenzó a ver los horarios de la Academia, ya que no había profundizado mucho en ello. ¿Qué haría el resto del tiempo mientras comenzaban las clases? Ya encontraría algo, se había convertido en un experto en matar el tiempo, tenía años y años de práctica.
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