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  • Selene Orega

Falling

Abrió los ojos con pesadez. Apenas se había movido un par de centímetros cuando sintió que todo le daba vueltas, además de que un dolor punzante se apoderó de su cabeza.


Sacó del colchón el brazo derecho para tomar su celular y ver la hora, pero lo que logró fue tirar de un manotazo una botella de whiskey semivacía que se encontraba en la mesa de noche. Maldijo cuando escuchó como la botella se hacía añicos al tocar el piso y derramaba el escaso líquido.


Cuando finalmente palpó el celular, lo tomó y lo llevó frente a su rostro, logrando lastimarse los ojos con la luz del aparato. Volvió a maldecir cuando notó que estaban por dar las 2:00 p.m., no había notado que era tan tarde gracias a que todas las cortinas estaban corridas y no permitían la entrada de luz.


Después de un par de minutos de quejidos sin sentido, finalmente se sentó sobre la cama, llevó ambas manos a su rostro y luego se echó el cabello hacia atrás.


Se levantó, tratando de evadir los vidrios sobre el piso. Caminó directamente al ventanal y recorrió la cortina, esperando encontrar la brillante luz del sol, pero el cielo lucía gris, se veía tan nostálgico como él mismo se sentía.


Se giró para dirigirse al armario y buscar algo decente que ponerse, aquella reunión era decisiva y no podía darse el lujo de lucir mal o de llegar tarde. Cuando abrió la puerta, lo primero que vio fue la maleta en color palo de rosa con estampados de mariposa que estaba guardada debajo de su gran cantidad de camisas; suspiró y trató de ignorarla mientras escogía su atuendo.


Una vez con la ropa elegida sobre la cama, salió de la habitación con dirección a la cocina, donde revolvió toda la alacena sólo para encontrar algo que pudiera tomar para el dolor que le estaba taladrando la cabeza.


Se recargó sobre el desayunador y miró alrededor, la casa era un desastre. Llevaba dos días seguidos llegando muy tarde, así que no se había preocupado por recoger la ropa regada por la sala o lavar los trastes que estaban sobre el fregadero. En ese momento no tenía tiempo suficiente ni estaba de humor, así que la limpieza tendría que esperar por lo menos un día más.


Una vez que el dolor de cabeza disminuyó, fue directamente a la ducha; el agua caliente lo adormeció de nuevo, haciéndolo desear poder quedarse más tiempo bajo la regadera. Maldijo una vez más cuando salió envuelto en la toalla y vio que tenía escasos cuarenta minutos para irse y poder llegar a tiempo a su cita.


Por más que se daba prisa, sentía que sus movimientos iban en cámara lenta, aunque estaba casi seguro de que eran los estragos del alcohol que aún navegaban por su cuerpo. Con un suspiro, dejó la casa y fue directamente hasta su coche para marcharse.


El tráfico de la ciudad no le ayudó, ni para llegar rápido ni para mejorar su sombrío humor. Deseaba que todo el mundo se apartara de su camino y le permitiera llegar a esa reunión que había esperado ansiosamente por toda una semana.


Estacionó a un par de cuadras del punto de reunión. Bajó del coche y apretó el paso, estaba a escasos cinco minutos de la hora acordada. Aun así, cuando se encontró frente al Beachwood Café, se detuvo en seco.


Visualizó la estrecha fachada, con su inconfundible puerta azul y el gran ventanal al lado de ésta, donde aún no se distinguía silueta alguna. ¿Acaso llegaría tarde? No era común en ella, pero si era así, no lo mencionaría siquiera, después de todo, era una insignificancia comparada con todo lo que habían pasado en las últimas semanas.


Tragó saliva y se acercó a la puerta. Se sentía tan diferente estar ahí esa tarde, cuando, mucho tiempo atrás, había sido el lugar donde todo había comenzado.


***


Ya varias personas le habían recomendado Beachwood Café, porque decían que las bebidas eran deliciosas y el lugar era relajante. Él no era asiduo a ir a cafeterías para quedarse ahí, generalmente compraba sus bebidas para llevar, porque no se sentía cómodo estando en lugares públicos mucho tiempo.


Pero aquel domingo por la mañana estaba particularmente de buen humor, así que decidió quedarse un rato y tratar de relajarse. La decoración le gustaba, eso era seguro: El piso era de triángulos azules y amarillos, todas las mesas y sillas eran de madera color maple y había una larga barra que tenía en frente varias pizarras negras con el menú escrito con gises de colores.


El lugar no estaba muy abarrotado, aunque desconocía si eso era lo normal o se debía a la hora. Visualizó todo el rededor para decidir dónde sería mejor sentarse y una mesera le sonrió mientras él seguía parado, cerca de la barra. Cuando estaba a punto de caminar hacia una mesa, escuchó una voz con un marcado acento británico.


—De momento es todo, gracias.


El hecho de que él fuera británico lo hizo girar para buscar a la portadora de aquella voz; si bien se había topado con personas de su misma nacionalidad, no era tan común, y menos que conservaran el acento.


Descubrió que se trataba de una chica sentada frente a la barra, quien estaba totalmente concentrada en su laptop. Tenía la tez clara y llevaba una coleta alta que dejaba caer como en cascada su cabello ondulado en color chocolate; vestía jeans de mezclilla clara y un crop top negro con estampados de girasoles.


Decidió sentarse a dos lugares de distancia de ella y, después de que pidió un café americano y una dona, se dedicó a mirarla de reojo de vez en vez. No hubo mucho cambio en la postura de ninguno por buen rato, ella seguía inmersa en la pantalla y él mirándola disimuladamente a la vez que mordía la dona por inercia.


—¿Deseas que rellene la taza, querida?

—Sí, gracias, Mary, aunque debería pedir algo de comer también, o tanta cafeína me hará salir de aquí con energía suficiente para no dormir en toda la noche.

—Deberías probar las donas, son muy buenas —interrumpió él en un acto de valentía. Levantó el minúsculo pedazo de dona que le quedaba para mostrárselo—. Esta es, de… uhm…


La chica giró al escucharlo y soltó una risita ante su comentario, a la vez que asentía hacia Mary, la encargada de la barra, para que acercara una dona, como él había sugerido.


—Vaya, ni siquiera sabes qué estás comiéndote.

—El sabor es bueno, es todo lo que necesito saber.

—En eso tienes razón.


Él sonrió al notar que no parecía molesta por haber irrumpido en su plática. Notó, también, que tenía unos bonitos ojos grises con forma almendrada, una nariz de botón y unos delgados labios que seguían mostrándole una sonrisa.


—Soy Harry, por cierto. —Sin levantarse, se acercó lo más que pudo a ella para extenderle la mano.

—Chelsea. —Aceptó el saludo, acercándose ella también.

—Británica, ¿eh?

—¿Tan evidente soy?

—Tu acento te delata.

—Creo que podría decir lo mismo de ti.

—¿En serio? Pensé que con el tiempo se había ido perdiendo.

—Uno mismo no se percata hasta que alguien más lo menciona. —Se alzó de hombros.


Mary apareció con la dona y la posó frente a Chelsea. Harry aprovechó para pedir otra y moverse un banco más cerca de la joven.


—Y… ¿qué te trae a este lado de la laguna?

—Trabajo —contestó ella, para luego darle un mordisco a la dona. Después de masticar, levantó el dedo pulgar hacia arriba para indicarle a Harry que había sido buena sugerencia.

—Te dije que era buena. —Soltó una risita, luego bebió de su café—. ¿Y qué te ha parecido hasta ahora?

—Llevo dos semanas aquí, creo que es pronto para amar u odiar este lugar.

—Te acostumbrarás.

—¿Llevas mucho tiempo viviendo aquí?

—Voy y vengo. —Se alzó de hombros—. Viajo mucho.

—Qué maravilla.

—¿Por eso tomaste un trabajo en otro continente? ¿Te gusta viajar?

—Se podría decir que sí. No fue sólo por viajar, quería retarme a mí misma al cambiar por completo mi forma de vida. Además, que la empresa me ofreciera el trabajo a mí, que soy foránea, bueno… suena muy halagador.

—¿En qué trabajas?

—En una empresa de diseño gráfico. Tenemos muchos clientes y diversidad de campañas en las cuales trabajar.

—¿Puedo ver?


Chelsea pareció sorprendida momentáneamente, aunque, de cualquier manera, permitió que Harry se sentara en el banco al lado del de ella y le echara un vistazo a su laptop, donde estaba trabajando en un cartel de una exhibición de arte.


—Eres muy buena.

—Gracias.


Harry notó que Chelsea se sonrojaba ligeramente, así que dio otro sorbo a su café. En ese instante, Mary posó la otra dona frente a él y decidió darle un buen mordisco, para dar tiempo a que ella se normalizara.


—Demasiado sobre mí. ¿Tú a qué te dedicas? ¿Qué trabajo te hace viajar tanto?

—Ehm… bueno, yo… canto.

—¿Cantas? —repitió, levantando una ceja.

—Ajá.


Chelsea soltó una risita sin poder evitarlo. Harry levantó ambas cejas ante su reacción, dejando de nuevo la dona sobre el plato.


—¿Qué es tan divertido?

—Disculpa, es sólo que… nunca había conocido a nadie que en realidad viviera de eso.

—¿Debería sentirme halagado por ser el primero?

—No sé. ¿Crees que deberías? —preguntó, a la vez que giraba un poco su cabeza, haciendo que su coleta de rizos bailara—. Aunque ahora que lo pienso, deberías cantar algo para saberlo con certeza.

—¿Quieres que cante aquí, en medio de la cafetería?

—Tú viste mi trabajo, lo justo es que yo vea el tuyo… o bueno, lo escuche. —Soltó otra risita.


Harry hizo una mueca, que le dio a su rostro una expresión retadora, y luego se puso de pie. Carraspeó y comenzó a cantar.


Interpretó la mitad de la canción “Girl Crush” de Little Big Town, fijando su mirada totalmente en Chelsea, no quería pensar en la gente que seguro comenzaría a notarlo en la cafetería, en ese momento, quería que sólo fueran ellos dos.


Cuando se detuvo, volvió a sentarse al lado de ella, quien lo miraba ligeramente boquiabierta. Mary, del otro lado de la barra, comenzó a aplaudir y luego los demás comensales la imitaron.


—Estoy impresionada.

—Al parecer he pasado la prueba.

—Oh, puedes estar seguro.


El silencio apareció repentinamente, aunque Harry tenía la sensación de que no era incomodidad lo que los rodeaba.


—De haberte conocido antes —volvió a hablar él, rompiendo el hielo—. Te hubiera contratado para realizar la portada de mi álbum.

—¿En serio?

—Totalmente.

—Bueno, parece que llegué demasiado tarde.

—Para este álbum tal vez, pero para el siguiente…


Chelsea se cruzó de brazos y le sonrió coquetamente. Él correspondió la sonrisa.


—¿Supones que nos volveremos a ver después de dejar esta cafetería?

—Por como hablas con Mary, parece que frecuentas el lugar, así que… quizá nos topemos de nuevo.

—Quizá.


Chelsea cerró la laptop, la guardó en su mochila y se puso de pie, acto que Harry imitó.


—Por ahora, debo irme. Un gusto conocerte, Harry.

—Lo mismo digo, Chelsea.


La vio abandonar el establecimiento, con su cabello ondeando con gracia debido a su seguro caminar.


***


La había conocido en aquella cafetería y, desde entonces, se había convertido en su escondite, era el lugar donde se refugiaban del pesar de la vida diaria y de lo abrumador de sus respectivos trabajos. En aquel espacio habían pasado los momentos más divertidos, emotivos y tristes, pero ahora, ¿tendría eso un peso real para la conversación que estaban a punto de tener?


Se miró las manos, las cuales no dejaba de mover debido a su nerviosismo. ¿En realidad consideraba merecerla? Remontándose a esos días, cuando le dijo que la hubiera contratado, sabía que eso no dependía de él por mucho que lo hubiera querido y, sinceramente, no creía haber luchado mucho para que le prestaran atención al respecto; entonces, ¿le había mentido desde la primera vez que la vio? ¿Había utilizado engaños para que ella le permitiera acercarse y seguir viéndola? ¿En qué clase de persona lo convertía eso?


Pero eso había sido hacía casi dos años, era diferente ahora, ¿no? Ella entendería. Tendría que saber que ambos habían cambiado, aunque… ¿y si él había cambiado para mal sin darse cuenta? ¿Qué pasaría si ahora era alguien con quien ella no deseaba hablar o tener cerca? ¿Se había hundido tanto hasta de verdad perderla?


Volvió a mirar la fachada de la cafetería y dudó. Había esperado con impaciencia a que ese día llegara, pero ya no estaba seguro de que podría entrar con seguridad y plantarse ante ella como si nada hubiera pasado.


Sintió el golpeteo de su corazón, las manos le habían comenzado a sudar. Se desabrochó un botón de la camisa mientras caminaba hacia una pequeña banca fuera del establecimiento para sentarse. Era la hora de entrar, pero de repente sintió pánico.


Las imágenes del último mes llegaron de repente a su pensamiento, haciéndolo sentir aún peor, si es que era posible. Deseaba tanto poder retroceder el tiempo, pero era imposible, sus acciones eran imborrables y ahora sólo lo atormentaban.


***


Era tarde, pero por lo menos había alcanzado a llegar. Después de haber trabajado arduamente toda la semana, había podido terminar el trabajo un poco antes de lo previsto y así llegar a la presentación.


Él pensaba que no iría y, ciertamente, hasta hacía dos horas, ella pensaba lo mismo. Habían tenido una pequeña discusión cuando ella le notificó que no podría asistir debido a un proyecto muy importante que tendrían que presentar justo el mismo día que él tenía su evento. Pero, ¿cómo no estar ahí? Era la presentación de su segundo álbum y sabía que era muy importante para Harry. Así que dejó el trabajo terminado y una de sus compañeras se encargaría de presentarlo, lo que le ganó ese tiempo para ir a enfundarse en el vestido palo de rosa que había comprado para la ocasión, hacer un arreglo rápido al comedor y luego llegar casi corriendo hasta el recinto.


Presentó la invitación que Harry le había dado, la cual siempre cargaba en su bolso, a pesar de que la había recibido casi un mes atrás. Al momento de entrar, no pudo evitar una exclamación de admiración, todo estaba tenuemente aluzado y había varias pantallas por todo el lugar, mostrando la portada del nuevo álbum.


El orgullo revoloteó en su pecho, Harry se merecía todo aquello, había trabajado muy duro y lo que veía a su alrededor era el fruto de ello. ¿Dónde estaría en ese momento? Quería encontrarlo a la brevedad posible y darle la sorpresa de que estaba ahí, quería correr a abrazarlo y llenarlo de besos, porque eso es lo que siempre le provocaba su presencia, un amor incontrolable y que jamás pensó sentir.


Mientras seguía caminando, una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro, ya que, en volumen bajo, escuchó las notas de aquella canción que él había escrito para ella y que le había prometido incluir en el álbum.


Sunflower

My eyes, want you more than a melody

Let me inside

Wish I could get to know you…


Siguió revoloteando entre la multitud, esperando repentinamente ver la silueta de Harry entre las risas y tintineos de copas que había a su alrededor. A pesar de que llevaban más de año y medio de estar juntos, no conocía a muchas personas de su staff o de su ambiente laboral, así que no conocía a ninguna de las personas que estaban en su camino y, por ello, tampoco sabía a quién preguntarle por el paradero de su novio.


Pero siguió su instinto y buscó algún lugar donde hubiera vista a la ciudad, porque sabía que a él le gustaba mirar las luces, pequeños puntitos que parecían estrellas, como él solía decir. Subió unas amplias escaleras decoradas con listones y, una vez arriba, se encontró en un amplio salón, con poca gente alrededor y que dejaba ver un balcón al fondo; se dirigió ahí sin pensarlo.


Mientras más se acercaba, su sonrisa seguía agrandándose, había reconocido el traje blanco de Harry, el que tanto le había presumido por días, así que quería llegar hasta él lo más rápido posible.


Sin embargo, su amplia sonrisa duró poco. Al estar más cerca de la silueta de Harry, percibió que a su lado había una figura femenina, que cada vez se acercaba más a él. Desaceleró el paso y caminó lentamente, viendo la escena entre la escasa luz. Él sostenía un vaso con un líquido irreconocible y con la otra mano, tocaba con ligereza la espalda de la desconocida, aunque no se quedó ahí mucho tiempo, comenzó a descender hasta llegar a su prominente trasero, a la vez que ella le acercaba el rostro peligrosamente a sus labios.


Las lágrimas llegaron de inmediato, a la vez que se detuvo completamente. Se había esforzado para estar ahí en su día especial sólo para encontrarse con una escena que le estaba rompiendo el corazón en mil pedazos. Sollozó sin poder evitarlo y se limpió las lágrimas con la mano, logrando que la escasa gente a su alrededor la mirara con extrañeza.


Se giró y comenzó a alejarse, haciendo que su taconeo repiqueteara en el piso debido a la prisa por irse. Apenas había recorrido un par de metros cuando lo escuchó y su corazón dio un brinco, a pesar de que acababa de verlo en compañía de otra.


—¿Chelsea?


Ella no se detuvo. Cerró los ojos con pesar, sintiendo más lágrimas desbordarse. Antes de que pudiera llegar a la escalera, sintió como la tomaba del brazo.


—Chelsea, espera.


Chelsea trató de liberarse, pero fue en vano, él la hizo detenerse y luego se posó frente a ella. Estuvo frente a frente con aquellos ojos azules que tanto amaba y que ahora la miraban con total sorpresa. Harry acercó su rostro a escasos centímetros del de ella, haciéndola notar el whiskey en su aliento.


—Chelsea, yo… pensé que no vendrías…

—Sí, es muy evidente —dijo ella, tratando de sonar decidida, pero su voz se quebró casi de inmediato.

—Yo, yo no… no es lo que crees.

—¿No? ¿No estabas manoseando a una desconocida hace un par de minutos? ¡Vaya! Quizá he confundido a otro que llevaba un estúpido traje como el tuyo.

—Sé lo que parece, pero… ¡Agh! Quizá si hubieras aceptado venir conmigo desde el inicio, esto no estaría pasando.

—¿Ahora es mi culpa?


Él abrió la boca para refutar, pero Chelsea no se lo permitió.


—¡Eres un idiota! —gritó, aunque un sollozo le siguió—. Fui una tonta al pensar que realmente me querías aquí. Está claro que no es así.


Él dudó ante aquella frase, ¿de verdad creía eso? Chelsea aprovechó su desconcierto para soltarse, dándole un pequeño empujón a Harry, el cual lo hizo tambalear; luego comenzó a caminar de nuevo.


—Espera, no te vayas.

—He tenido suficiente por esta noche —dijo ella sin detenerse.

—Espera —pidió de nuevo—. Iré contigo.

—No.

—Pero…

—Quédate a disfrutar de tu fiesta, ¿no es lo que más querías?

—Chelsea, por favor.

—Me voy a casa.

—¿Te refieres a…?

—A MI casa, mi verdadera casa, no la mentira que me habías ofrecido.


Caminó aún más rápido, luego llegó a las escaleras y bajó casi corriendo. Harry fue tras ella, aunque parecía un poco aturdido.


—Chelsea. ¡Chelsea, espera!

—Harry, detente, todo mundo te está mirando —Su manager llegó y lo tomó del brazo suavemente, haciendo que se detuviera—. Deja que se vaya, ya arreglarán las cosas después. Tú tienes que quedarte aquí.


Apretó las manos en puño mientras veía como Chelsea se alejaba cada vez más. La buscaría en cuanto su manager lo dejara ir, tenía que arreglar las cosas con ella, no quería perderla, no podía.


Casi un par de horas después, llegó a su apartamento. Su manager no estaba feliz con su escape, pero le daba igual, tenía que hablar con Chelsea, tenía que explicarle…


¿Pero qué iba a explicarle? Estaba en todo su derecho de estar enojada, él se había dejado influenciar por el alcohol y había aceptado la compañía de aquella extraña; en aquel momento parecía la mejor opción para hacer que el enojo de su ausencia desapareciera, aunque lo único que consiguió fue arruinar todo.


Sintió aún más culpa cuando llegó hasta el comedor y vio el arreglo sobre la mesa, había sido Chelsea, sin duda. Había una botella de champaña en hielo, un platón de fresas cubiertas con chocolate y un pequeño arreglo de girasoles, aquellas flores que tenían un significado importante en su historia.


Se agarró el cabello con ambas manos y se dio un jalón despiadado como consecuencia de la furia que sentía hacia él mismo en ese momento.


Fue a la habitación, deseando que, en el último momento, ella hubiera decidido volver al apartamento. No fue así, estaba vacía y tenía las cobijas revueltas, justo como él las había dejado horas atrás.


Vislumbró la maleta en color palo de rosa con estampados de mariposa de Chelsea cerca de la mesa de noche, lo cual le hizo tener una débil esperanza, si sus cosas aún estaban en el apartamento, entonces volvería una vez que le pasara el enojo, aunque sabía que, para ello, tendría que hacer un gran esfuerzo y mostrarle cuan arrepentido estaba de su desliz.


Sacó el celular del bolsillo de su pantalón y marcó el número de Chelsea; timbró una, dos, tres veces, pero no obtuvo respuesta. Durante la siguiente hora, siguió marcándole una y otra vez, hasta que finalmente se metió entre las cobijas, derrotado por sus intentos fallidos y con una inquietud en el pecho que no le permitió dormir hasta varias horas después.


Su esperanza de que Chelsea volviera unos días después también se vio lastimeramente frustrada, ya que ella seguía sin responder a sus llamadas y no había pisado el apartamento ni una sola vez, ni siquiera cuando él no estaba ahí (se encargó de preguntar al personal de seguridad), así que parecía que la maleta no era una señal de nada, simplemente la había dejado atrás, como quizá también quería hacer con él.


La buscó en el edificio donde trabajaba, en la cafetería y en algunos otros lugares que sabía que le gustaba frecuentar, pero no había señales de ella. Sabía que no podía haberse esfumado de la nada, aunque ciertamente estaba siendo una experta en evadirlo.


Los días se volvieron semanas y Harry estaba completamente desesperado, no había tenido noticias de ella desde la fiesta. Retrasó el lanzamiento del álbum, lo que le valió una fuerte pelea con su manager, pero necesitaba modificarlo, necesitaba agregar esa canción para ella, quizá así escucharía, aunque no quisiera hablar con él.


Cuando el álbum finalmente fue lanzado, Harry tenía un nudo en la garganta, ¿ella lo escucharía? ¿Sabría a través de esas letras lo mucho que significaba para él? Se suponía que estarían juntos y celebrarían, pero estaba solo en su habitación, viendo el licor ambarino a través del vaso de cristal.


Por la noche, después de debatirse mil veces si debía seguir intentando o darle su espacio, finalmente decidió volver a llamarla, ¿qué más podía perder? Quizá simplemente sería otra llamada perdida que ella encontraría en su teléfono.


Sonó una, dos, tres veces y no había respuesta. Él sabía que eso era lo que iba a suceder, pero aun así, cada llamada que Chelsea no contestaba le hacía sentir un hueco en el pecho. Cuando estaba por terminar la llamada, escuchó que había contestado y no pudo evitar aguantar la respiración por algunos segundos.


—¿Chelsea?


Escuchó la respiración al otro lado de la línea, quizá dudando si decir algo o colgar.


—¿Chelsea? —llamó de nuevo, sintiendo como los nervios se apoderaban de su cuerpo—. Dime algo, por favor.

—No sé si haya algo apropiado que decir.


Al escuchar su voz, su corazón dio un salto en su pecho. Había extrañado tanto su voz, su acento británico que no había perdido a pesar de los años.


—Yo, ehm… ¿has escuchado el álbum?


Se dio una palmada en la frente, arrepintiéndose de que aquellas hubieran sido sus palabras. ¿Tres semanas sin verla y eso era lo que se le ocurría decir?


—Sí.


Dejó de respirar momentáneamente. Le importaba, no sabía cuánto, dadas las circunstancias, pero si había escuchado el álbum, era porque, muy en el fondo, no había podido olvidarlo.


—Aunque no te lo dijera en el momento, hay mucho de ti en él, yo… quería que lo supieras. Hay canciones que te pertenecen totalmente.


Escuchó como ella sollozaba y sus ojos también se llenaron de lágrimas, a pesar de que ningún sollozo se le había escapado.


—Te extraño mucho, Chelsea, no tienes idea de cuánto.


Silencio total. ¿Acaso lo había arruinado? No podía evitarlo, necesitaba decirle a cómo se sentía.


—Yo también te extraño, Harry.


Sintió como la esperanza brotaba en él otra vez. Esas palabras habían sido lo mejor que había escuchado en esas semanas.


—Regresa, por favor.

—No.


Cerró los ojos con pesar al escuchar su negación, aunque sabía que era lógico que no aceptara así, sin más.


—¿Podemos vernos? Necesitamos hablar, por favor —pidió con agonía en su voz.


Después de segundos sin respuesta, escuchó cómo Chelsea suspiraba.


—Beachwood Café dentro de una semana, te veo a las 4:00 p.m.


Harry no tuvo tiempo de agradecerle ni decir algo más, Chelsea había colgado. Pero no importaba, la vería, por fin estaría ante aquellos ojos grises y podría disculparse como era debido.


***


La semana le había parecido eterna, deseaba verla con unas ansias locas y, aun así, no había logrado tener más compostura y descansar debidamente los días anteriores, para mostrarse lo mejor posible ante ella. Y ahora, se encontraba dudando de entrar, era totalmente patético.


Su reloj marcó las 4:00 p.m. en punto. Tomó aire y finalmente caminó hacia la entrada; jaló la puerta con ímpetu y entró, dirigiendo su mirada directamente a la mesa al lado del gran ventanal, pero Chelsea no estaba ahí.


No necesitaba buscarla en otra mesa, esa era SU mesa y cuando ella llegara, sabía que iría a buscarlo ahí. Tomó asiento, todavía con el nudo en la garganta, repasando en su mente mil formas de disculparse y pedirle que le diera otra oportunidad.


Escuchó que alguien se acercaba y giró de inmediato para ver si se trataba de Chelsea, pero a quien se encontró fue a Mary, quien había sido testigo de su relación durante todo aquel tiempo.


—Mary, hola —saludó él, aunque se escuchaba un poco decepcionado de haberse topado con ella y no con Chelsea.


Mary sonrió tristemente, a la vez que le extendía un sobre de azul pálido. Harry lo miró por unos segundos antes de tomarlo.


—Lo siento, cariño.


Mary se alejó, dejándolo con total incertidumbre sobre qué significaba ese sobre. Lo abrió con cuidado y en cuanto desdobló la hoja, reconoció la elegante caligrafía de Chelsea.


«Harry:


Sé que acepté que nos viéramos hoy, pero simplemente no tengo el valor de verte, no aún.


Lo siento.


Chelsea».


Su corazón se estrujó, ella no iba a llegar. Sintió nuevamente el hueco en su pecho, a la vez que la esperanza que había renacido se tambaleaba alarmantemente.


Chelsea lo extrañaba, pero no había sido suficiente para hacerla asistir. Reprimió las ganas de comenzar a llorar, mientras levantaba la cabeza para evitar que alguna lágrima se escapara.


Después de algunos segundos, se levantó de la mesa, fue hasta la barra y le pidió a Mary una pluma.


Con una caligrafía clara y ladeada, escribió bajo la nota de Chelsea:


«Chelsea:


Lo entiendo. Esperaré todo el tiempo que sea necesario, hasta que estés lista.


Te amo.


Harry»


Metió la nota nuevamente al sobre y lo extendió hacia Mary. Ella no preguntó nada, sabía lo que tenía que hacer.


Lanzó un pesado suspiro y caminó hacia la puerta de salida. Si Chelsea necesitaba tiempo, se lo daría, aunque eso lo destrozara. Sabía que, de cualquier manera, su amor seguiría esperando por ella hasta el final de los tiempos.

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