«¿Cuándo llega, su real majestad?».
«Ja, ja. Sigue siendo tan gracioso como la primera vez».
«Percibo tu sarcasmo desde aquí, ¿sabes?».
«Es bueno saber que todavía puedes hacerlo, aun sin escucharme».
«Como si eso fuera a cambiar, bobo. Entonces, ¿cuándo te tendré en casa dando problemas?».
«Un esfuerzo muy débil».
«Si no quieres decirme, está bien, sabes que me enteraré, de cualquiera manera».
No hubo respuesta, pero sabía que así era él, cuando se daba a la tarea de callarse algo, no había poder humano que lo hiciera cambiar de opinión.
Joy, su madre, llegó hasta ella y se sentó a su lado en el sofá.
—¿Qué noticias hay?
—Ninguna. —Bufó—. Dane se niega a decirme cuándo regresan.
—Que desafortunado.
Su madre sonrió y entonces supo que le ocultaba algo. Zarandeó su brazo sin decir palabra, esperando que fuera suficiente para hacerla hablar.
—Jeremy llamó esta mañana.
—¿Y?
—Aparentemente, sus profesores son muy apegados al plan de estudios. —Se alzó de hombros.
—Sí, lo sé. —Rodó los ojos, pero luego sonrió—. Por lo menos ahora estaré preparada para su llegada.
—¡Ma!
—No estoy a la defensiva. —Levantó la barbilla con orgullo—. Pero le dije a Dane que me enteraría.
—Pueden discutirlo cuando esté aquí. —Se levantó del sofá—. Iré a preparar la cena, ¿quieres ayudar?
—La verdad es que no. —También se puso de pie, aunque en lugar de tomar el camino hacia la cocina, llegó al inicio de las escaleras para ir a la planta alta—. Estaré en mi habitación, si es que necesitas ayuda con algo que no sea cocinar.
En cuanto entró a su habitación, se dirigió al escritorio, tomó un dardo y lo lanzó con fuerza a la pared, dando en un tablero con el rostro de Dane pegado en él.
—Una más a mi favor —dijo satisfecha al ver que había dado justo en el blanco.
Aún recordaba como sus amigas se habían mostrado un poco escandalizadas por aquel hecho, así que Claire tuvo que explicarles que no era algo malo, como ellas parecían creer. Dane también tenía un tablero con su rostro en él, cada vez que uno de ellos lograba algo que el otro aún no o alguno se enteraba de algo primero, lanzaban un dardo al tablero; era como un marcador, pero a ellos les parecía más divertido contabilizar de esa manera.
Y es que su amistad con Dane era así, diferente, divertida, retadora; incluso le había dado algo de popularidad, aunque ella nunca la había buscado. Él era su mejor amigo y no habían necesitado conocerse de toda la vida, en tres años habían forjado una relación inquebrantable.
Desde siempre, sus padres habían hecho que ella y Jeremy fueran a la misma escuela, aunque él cursaba un año superior a Claire. A pesar de no compartir el aula, el par de hermanos siempre encontraban la forma de pasar juntos un momento entre clases. El único año que eso cambió fue cuando Jeremy comenzó la secundaria, estaban en edificios diferentes y no había forma humana de que pudieran verse. Cuando Claire finalmente terminó ese terrible año, se sintió feliz de volver a estar con su hermano, a pesar de que se veían todo el tiempo en casa.
Cuando Claire comenzó su último año de secundaria, se alegró de saber que la preparatoria compartía el edificio y no tendría que separarse de Jeremy de nuevo. Así fue como Dane Wembley entró en su vida, ya que fue asignado al salón de su hermano.
El círculo de amistades de Jeremy no le parecía interesante a Claire, a excepción de su hermano, creía que eran una bola de chicos liderados por su testosterona, engrandeciéndose por ser los atletas de la escuela y seduciendo chicas a la menor provocación. El chico nuevo seguramente no sería diferente, tenía toda la pinta de ser uno de ellos: Alto, con cuerpo trabajado, ojos de impactante azul y sonrisa seductora y ligeramente ladeada.
Los primeros días del curso, Dane fue la novedad. Todo el mundo lo observaba cuando caminaba por los pasillos o cuando se unía a las prácticas del equipo de fútbol. A Claire le enervaba la atención que recibía, no porque le importara el chico nuevo, sino porque su hermano llevaba toda la semana ignorándola por su culpa.
—Hasta que apareces, cara de mono —dijo Claire con un halo de fastidio cuando Jeremy se acercó a ella en uno de los pasillos.
Una risita se escuchó a espaldas de Jeremy y Claire notó que se trataba de Dane, que le estaba riendo el chiste. Sintió que el color se le subía al rostro y le dirigió al chico nuevo una mirada asesina.
Pensó que Dane se enojaría y le reclamaría por su actitud, pero sólo se rio más fuerte, desconcertando a Claire por completo.
Claire le respondió a Jeremy con un puñetazo en el brazo y evitó mirar a Dane para esconder el hecho de que estaba sorprendida y ligeramente halagada por su comentario. Le hubiera gustado preguntar sobre su marcado acento, pero se contuvo, mostrándose indiferente.
—No deberías hablarle así a tu hermano mayor, Claire —susurró Stacey, su mejor amiga de la escuela.
Claire sabía que Stacey estaba interesada en su hermano desde que habían comenzado la secundaria, así que a veces hacía comentarios irrelevantes sólo para que Jeremy se fijara en ella.
Stacey se tornó roja al instante y asintió, mientras Claire resoplaba.
—Vamos. —Jeremy se acercó a Claire y le rodeó los hombros con su brazo; le sacaba casi una cabeza—. Anunciarán el primer partido de la temporada. —La hizo caminar a su lado.
De un momento a otro, la molestia de Claire por su hermano se había disipado, siempre era así. Notó que sus amigas no los seguían, así que, sin soltar a Jeremy, giró un poco la cabeza para mirarlas.
Stacey asintió y se apresuró a alcanzarlos, intimidada por la cercanía de Jeremy; Kirsten, por su parte, pareció despertar de su embelesamiento que, Claire pudo notar, era debido a Dane.
Cuando llegaron a la cancha de fútbol, la multitud ya se arremolinaba por todo el lugar, tratando de obtener un buen asiento, a pesar de que la única vista era del entrenador en la cancha, aparentemente tratando de hacer que el micrófono funcionara.
Claire vislumbró a los amigos de Jeremy a poca distancia, pero no se acercaron. Sus amigas rumoraban que un par de ellos querían invitarla a salir, aunque Jeremy había sido bastante convincente para que desecharan esa idea. En eso ella y su hermano eran muy diferentes; Claire se la pasaba molestando a Jeremy con comentarios sobre todas sus pretendientes (algunas de sus amigas incluidas), sin embargo, él jamás mencionaba si sabía de alguien que estuviera interesado en ella.
Mientras se hacía el anuncio, Claire y su pequeño grupo tomaron asiento. Kirsten admiró el rostro de Dane un par de minutos antes de atreverse a hablar.
—Entonces, ¿de dónde vienes, Dane?
—De Londres.
Claire se preguntó si estaba tratando de hacer más notorio su acento para que nadie dudara de su lugar de origen.
—¡Oh, vaya! ¿Se hacen reverencias y todo?
Todos trataron de suprimir una carcajada, aunque Jeremy no pudo evitar soltar una risita al final.
—Bueno… supongo que lo haríamos, si fuéramos de la realeza.
Kirsten pareció darse cuenta de lo tonta que había sido su pregunta y comenzó a retorcer un mechón de cabello, sin saber qué decir. Claire sabía que no era estúpida, simplemente estaba nerviosa.
—Jeremy, Dane, ¿se unen a nosotros para esperar el anuncio?
Uno de los amigos de Jeremy había aparecido. Claire hizo una mueca debido a su presencia.
—Las hemos invitado a venir, así que lo correcto es quedarnos con ellas —contestó Dane, con un movimiento de cabeza para señalar a Claire y sus amigas.
—Son sólo chicas.
—Cuida tu boca, Scott —advirtió Jeremy—. Y vamos a quedarnos aquí.
Stacey trató de suprimir una sonrisa de satisfacción, aunque era evidente que le era difícil contenerse. Por su parte, Claire miraba atentamente a Dane, había bajado un poco sus defensas con él al notar que no se comportaba como los demás chicos del círculo de Jeremy.
—¿Qué hay de ustedes, señoritas? ¿Están en el equipo de animadoras? —preguntó Dane con tono alegre cuando Scott se hubo marchado.
Stacey lució descorazonada, Kirsten indiferente y Claire rodó los ojos.
—No me aceptaron —contestó Stacey.
—Hay mejores clubes —continuó Kirsten.
—Ni muerta —exclamó Claire con cierto desdén.
—Vaya, vaya, alguien aquí tiene problemas con las animadoras. —Dane la miraba, mostrándole una coqueta sonrisa.
—Claire cree que es un cliché y hace que los demás piensen que son estúpidas —explicó Jeremy.
—¿Qué deporte te gusta, entonces?
—Ser animadora vagamente podría considerarse un deporte —expresó firmemente—. A mí me gusta el Roller Derby.
—De acuerdo. —Dane alzó las cejas, ligeramente atónito—. ¿No eres un poco… pequeña? Hasta donde he escuchado, es un juego rudo.
Claire lo miró boquiabierta, ¡se estaba burlando de su estatura!
—Podría patearte el trasero en cualquier momento si así lo quisiera. —Lo miró, ceñuda; era un poco más alto que Jeremy, pero ciertamente podía tratar de atacarlo, algunas veces había logrado vencer a su hermano.
Dane nuevamente comenzó a reírse, lo cual hizo enfurruñar más a Claire.
—¿Lo practicas seguido?
—Intentó que abrieran un club en la escuela, pero no había muchas personas interesadas en ingresar, así que… —Jeremy se alzó de hombros.
—Son unas cobardes, unas cuantas caídas y algunos golpes no las van a matar. —Miró de reojo a sus amigas, en aquel tiempo, no la habían apoyado a anotarse para el club.
—Básicamente, se la pasa patinando por ahí y ya.
—Cállate, Jeremiah. —Su hermano estaba empezando a exasperarla.
—Gracias por la información, Jeremiah —Dane hizo énfasis en el nombre para burlarse.
Jeremy le dio un empujón a Dane y Claire estuvo a punto de dejar escapar una risita, pero se contuvo. Con ese comentario, ella se dio cuenta de que el chico nuevo en realidad estaba tratando de bromear con todo el mundo, no pretendía ser molesto o abusivo.
—Bueno, si no pudiste hacer que abrieran un club, podrías tratar de hacer un equipo mixto con algunos vecinos, ¿no crees?
—¿Nuestros vecinos? —Jeremy comenzó a reírse—. No tienes idea de lo que dices.
—Hagamos algo.
Claire lo miraba casi sin parpadear, estaba tomándose el tiempo de pensar en algo para ayudarla, así que se había ganado su atención absoluta.
—Yo seré el primero al que reclutes y ya nos encargaremos de buscar más personas. —Le sonrió desafiantemente—. Eso, si no te da miedo enfrentarte a mí.
—Trataré de no golpearlo muy fuerte, su real majestad —dijo Claire, haciendo referencia a la tonta pregunta de Kirsten.
—Es un trato entonces, Mitch.
—¿Mitch? —repitió Kirsten, quien evidentemente tenía buen rato queriendo incluirse en la plática.
—¿Una jugadora de Roller Derby llamada Claire? Suena aburrido. —Bufó—. Necesita algo mejor y podemos aprovechar su apellido.
Claire se quedó pensativa por unos segundos, luego sonrió complacida.
—Es un trato, grandulón británico —Claire no mencionó su apodo, aunque quedó entendido que lo había aceptado.
Estrecharon manos y no sólo hicieron un trato, a partir de ese momento, crearon una amistad excepcional.
Casi como un eco lejano, escuchó que alguien llamaba a la puerta. Abrió los ojos y se encontró prácticamente a oscuras, el azul ultramar que cubría las paredes de su habitación no ayudaba a dar claridad a su visión.
—Es hora de cenar, Claire —anunció su madre, sin entrar.
Escuchó como Joy se alejaba. Claire se sentó sobre la cama, bostezó y luego se levantó, buscando el interruptor. Le costó algunos segundos acostumbrarse a la luz, después de haber estado dormida largo rato.
Tomó su celular de la mesilla de noche y notó que había un nuevo mensaje de Dane. Lo abrió y una imagen de una calle nevada, con el tráfico estancado, apareció de inmediato.
«De los días más helados desde que llegué. ¿Qué tal Chicago?».
«Nada puede contra la ciudad del viento, así que no seas llorón, seguramente no es tan frío como dices».
«Bueno, el próximo año tendrás que venir a confirmarlo».
Miró el último mensaje mientras se dirigía al comedor, pero lo dejó sin contestar.
Su padre estaba de viaje por cuestiones de negocios y regresaría a casa hasta el día siguiente, así que la cena transcurrió tranquilamente, a pesar de que Joy siempre encontraba una forma de hacer reír a su hija.
—¿Has pensado si querrás ir a Rhode Island el próximo año, igual que Jeremy y Dane? —preguntó mientras recogía los platos.
Claire recordó el mensaje de Dane, él quería que asistiera a la misma universidad que ellos y trataba de recordárselo a cada momento. Claire, por su parte, daba respuestas esquivas, no porque no quisiera ir, sino porque su universidad era muy prestigiosa y no estaba segura de poder entrar.
—No sé, es complicado.
—Debes confiar más en ti misma, Claire.
—Supongo que lo consideraré, pero no será mi única opción.
—De acuerdo. —Le sonrió dulcemente—. Lo que sea que decidas, está bien.
Se quedó sentada unos segundos, escuchando el movimiento de su madre desde la cocina.
Cuando se levantó, casi corrió hasta la planta alta para buscar un gorro de lana y cubrir su cabello castaño rojizo. Salió de la habitación mientras se colocaba sus guantes y fue a buscar a su madre.
—Saldré a caminar un rato.
—Ve con cuidado, las nevadas han empeorado últimamente.
—Estaré bien.
Salió de la casa y comenzó a caminar sin rumbo, notando como dejaba huellas tras ella. Había nevado por la mañana, aunque afortunadamente no lo suficiente para lograr que la gente se quedara varada en sus casas.
Sintió como el viento movía salvajemente su cabello y la hacía entrecerrar los ojos, pero necesitaba estar afuera, tratar de despejarse de tantos pensamientos que constantemente la embargaban, quizá hasta la torturaban un poco.
Jeremy y Dane se habían marchado a la universidad meses atrás y ella se había quedado en Chicago, atrapada en un limbo extraño. Había temido la ausencia de su hermano desde que tuvieron que separarse aquel año en que él comenzó la secundaria, si lo había extrañado tanto estando en edificios separados, no sabía qué haría cuando se mudara de estado; y luego llegó Dane, metiéndose tanto en su vida, que el saber que él también se iba, duplicó el vacío.
En inviernos anteriores, Jeremy, Dane y ella solían pasear por las calles nevadas, invadiéndolas de carcajadas. A veces su hermano salía con sus otros amigos, esos que no le simpatizaban a Claire, así que Dane decidía quedarse con ella y se ajustaba a los planes que ya tuviera.
Una tarde, mientras Dane estaba en la casa de los Mitchell, el grupo de amigos de Jeremy apareció. Claire y él estaban tratando de anotar en la canasta de básquetbol para ver quien lo hacía mejor, aprovechando que tenían un amplio patio enfrente de la entrada a la cochera.
—Oye, Dane, presenta a la chica —exclamó uno de ellos, sonriendo pícaramente, como si nunca hubiera visto a Claire.
Claire ignoró el comentario y lanzó el balón a la canasta; anotó.
—Deberías preguntarle a Jeremy, seguro que él puede ayudarte con eso. —Dane lanzó y también encestó.
—Vaya, pensé que tú serías más flexible.
—No pienso ceder mis beneficios con los Mitchell por tu capricho.
—Así que Claire te da algunos beneficios, ¿eh?
Dane no tuvo que contestar, Claire apuntó directamente hacia el chico y le lanzó el balón, golpeándolo directamente en la cabeza.
—Por si no recuerdas, estás en MI casa, si sólo has venido a decir estupideces, ya te puedes largar.
—Jeremy también vive aquí —contestó él, enojado.
—Entonces espérenlo aquí, manteniendo la boca cerrada.
—Vamos, Mitch. —Posó uno de sus fornidos brazos sobre los hombros de Claire—. Es mejor avisarle a Jeremy que tiene visita.
Ni siquiera tuvieron que buscar a Jeremy, se lo toparon en la puerta de entrada. Chocó palmas con Dane, despeinó el cabello de Claire y salió a encontrarse con sus amigos.
Su pequeña actividad de encestar se había visto interrumpida, así que al final decidieron quedarse en el interior de la casa. Sus padres no estaban, así que reunieron una buena cantidad de comida chatarra, se acomodaron en el sofá más grande de la sala y comenzaron a ver la televisión.
—¿Por qué no has ido con ellos? —preguntó Claire, mientras estaban viendo un partido de hockey.
—Es divertido a veces, pero no particularmente cuando se comportan de manera infantil, como el día de hoy.
—Sabes que puedo defenderme yo misma.
—Eso me queda claro. —Imitó el movimiento de Jeremy rato antes y le despeinó el cabello.
—Dane. —Le dio un manotazo para hacer que se detuviera.
—Sólo yo estoy autorizado para molestarte.
—Eres un idiota.
—Gracias.
Por unos cuantos segundos, sólo se escuchó el murmullo proveniente de la televisión. Claire reacomodó su postura y miró a Dane de reojo.
—Entonces, ¿es cierto?
—¿Qué cosa?
—Que Jeremy aleja a sus amigos de mí.
—Ehm… es una forma de verlo. —Dane la miró atentamente—. ¿Por qué? ¿Acaso querías salir con alguno de ellos?
—¡No! —contestó ella rápidamente—. Es sólo que… Jeremy y yo siempre nos hemos llevado muy bien y no me daba la impresión de que fuera el hermano sobreprotector y celoso.
—Porque no lo es.
—Pero…
—Son sus amigos, pero sabe bien cómo se comportan con las chicas, así que te mantiene lejos de sus juegos. —Se alzó de hombros—. No creo que hiciera algo así con un chico que tenga buenas intenciones.
—Es un alivio saber que ningún chico con buenas intenciones está interesado en mí —dijo Claire sarcásticamente. Se sentía un poco enfurruñada, sabía que era un comportamiento tonto, pero no podía evitarlo.
—Quizá los intimidas un poco, Mitch.
—¿Los intimido? —Estaba casi boquiabierta—. ¿Por qué? ¿Qué quieres decir?
—Porque eres autosuficiente. No necesitas que tus amigas estén pegadas a ti todo el tiempo en la escuela, eres buena en casi en todos los deportes y te la pasas golpeándome en los pasillos.
—No estoy segura si suenan como virtudes o defectos.
—A mí me parecen cosas buenas. —Volvió a alzarse de hombros—. Pero entiendo que hay algunos tontos que no lo valoren.
—¿Me dices esto a pesar de que te golpeo en los pasillos? —Claire no pudo evitar reírse.
—He visto que también lo haces con Jeremy, así que supongo que es la manera en que demuestras afecto.
—Eres un bobo.
—Gracias.
Se encontró sonriendo mientras recordaba su plática con Dane y continuaba recorriendo las congeladas calles de Chicago. ¡Tenía tantas ganas de verlo a él y a Jeremy! No eran precisamente el trío de oro, no estaban juntos todo el tiempo, sin embargo, en sus mejores recuerdos, ellos siempre estaban presentes.
Sus pasos la habían llevado hasta el Winter WonderFest, aunque después de observar el letrero iluminado un par de minutos, decidió no entrar. Durante el primer invierno de Dane en la ciudad, lo habían llevado; él no parecía particularmente impresionado por aquel lugar que era una mezcla entre una villa navideña y una feria, aunque se mostró agradecido con los hermanos Mitchell por llevarlo a conocer los puntos de interés en época invernal.
Siguió caminando y llegó hasta su actividad navideña favorita: ZooLights. Desde que tenía uso de razón, sus padres la habían llevado a ella y a Jeremy a ver el espectáculo de luces en el zoológico de Lincoln Park. Conforme los años iban pasando, visitaba aquel lugar con su familia o con amigos, pero no había año en que faltara. Cuando Dane se convirtió en su mejor amigo, lo llevó sin dudarlo.
—¿Por qué decides acompañarme a este tipo de eventos?
—¿A qué te refieres?
—A que es algo… de chicas.
—No necesariamente.
—Dane.
—Bueno, eres una chica.
—Gracias por notarlo. —Claire se rio—. Pero sigo sin entender.
—Eres más genial que la mayoría de las chicas que conozco, aunque eso no quita el hecho de que quieras hacer cosas más «femeninas» de vez en cuando. —Hizo comillas con los dedos y luego la abrazó mientras veían las luces que los rodeaban—. Digamos que es un momento de relajación para mí y puedo poner de pretexto que sólo vine por acompañarte.
—Eres de lo peor.
—Puedo irme en este momento, si lo deseas.
—A veces eres un chantajista.
—¿No te has mordido la lengua?
—Aprendí del mejor.
—Tonterías, ya eras una experta cuando te conocí.
Claire distinguió su sonrisa ladeada y no pudo evitar sonreír también. Se acurrucó más en él y mientras fijaba la mirada en un trineo iluminado en azul, soltó la pregunta.
—¿Extrañas mucho a tu madre?
Sabía un poco de su pasado, sin embargo, nunca se había atrevido a preguntarle directamente por su madre. Sabía que era un tema del cual se le dificultaba hablar, pero quería hacerlo, para que él notara que podía confiar en ella y que trataría de ayudarlo en lo que pudiera.
—No tienes una idea. —Suspiró—. Mi padre lo lleva lo mejor que puede, pero es evidente que la extraña incluso más que yo.
—Perdón por preguntar, quizá no era apropiado.
—Vamos, Mitch, sabes que no me incomoda si eres tú quien pregunta.
—¿Le gusta pasar Navidad con nosotros? Tal vez preferirían regresar a Londres para estas fechas.
—Aún es muy doloroso para ambos. El hecho de que tu familia nos acoja en las festividades ayuda mucho, de verdad.
—Aunque no compartieran la cena con nosotros, sabes que haría algo para animarte, ¿no?
—Lo sé, muchas gracias.
La madre de Dane había fallecido un año antes de que los Wembley dejaran Inglaterra, de hecho, ese había sido el motivo por el cual se habían mudado a Chicago, para que su casa en Londres no los hiriera constantemente con la abrumadora cantidad de recuerdos guardados en ella.
—Creo que por hoy ya es suficiente de actividades de chica —dijo Claire, tomando de referencia los comentarios de Dane—. Vayamos a patinar.
—Patinar todavía sigue siendo ligeramente una actividad para chicas, pero acepto.
Recorrer todos esos lugares sin Dane le provocaba nostalgia, pasaría mucho tiempo antes de que volvieran a tener aquella rutina, o quizá, jamás regresaría, Claire no sabía si terminada la carrera, él regresaría a Chicago o buscaría un nuevo comienzo en otro lado.
Su siguiente parada fue el Millennium Park, donde estaba una de las pistas de patinaje de hielo más grandes de la ciudad. Rentó unos patines y se guio a través de la multitud. Se dedicó a hacer piruetas un rato, aunque al final terminó patinando monótonamente alrededor de la pista una y otra vez sólo para matar el tiempo. A la distancia, notó que una chica perdía el equilibrio y caía, luego un chico delgaducho se acercó a ella y la ayudó a levantarse, mientras la chica se reía a carcajadas, parecía que estaba bien.
Dane también había hecho eso por ella, no bajo las mismas circunstancias, pero ligeramente parecidas.
Cuando se conocieron, Dane dijo que haría un equipo mixto de Roller Derby con ella, pero jamás pudieron encontrar a más personas interesadas en su círculo cercano (amigos, compañeros de escuela, vecinos, etc.), así que terminaron siendo sólo ellos dos. Era evidente que los demás no lo llamaban propiamente un equipo, aunque para Claire y Dane sí que lo eran.
Durante las primeras dos semanas, se reunieron diariamente en un parque cercano a la casa de los Mitchell, donde ella le explicó a Dane un poco sobre el deporte, sin importarle que él le dijo que sabía bien qué hacer. Claire estaba sumamente sorprendida cuando lo vio patinar, ¡era muy bueno! Y más rápido que ella, lo cual la molestó un poco.
Claire sabía que no podría entrar a un equipo pronto, pero le gustaba estar entrenando más propiamente para cuando finalmente lo hiciera. Dane era cuidadoso con ella, a pesar de que el Roller Derby llegaba a ser violento, él jamás la había atacado propiamente como pasaría en un partido real. Sin embargo, una tarde, cuando Dane se aproximó a ella sorpresivamente, Claire giró bruscamente y terminó doblándose un tobillo; rodó y terminó con la cara en el pavimento.
—¡Mitch! ¿Estás bien?
Dane se acercó rápidamente a ella y la ayudó a sentarse sobre la acera. Claire tenía la mejilla roja por el golpe, además de un gran raspón en uno de los brazos; cuando trató de mover el pie, lanzó un grito de dolor.
—Se ha torcido —dijo Dane, quitándole los patines con mucho cuidado—. Tenemos que ir a que te revisen.
Dane se encargó de recoger sus cosas, guardarlas en su mochila, además de amarrar los patines a la misma para no tener que llevarlos en las manos, ya que decidió llevar a Claire en brazos hasta su casa.
Jeremy estaba haciendo tiros a la canasta de basquetbol. Cuando vio que Dane llegaba con Claire prácticamente inmovilizada, aventó el balón a un lado y corrió hacia ellos.
—¿Qué demonios ha sucedido?
—Trató de esquivarme demasiado rápido.
—Es Claire, no me sorprende en lo absoluto.
—Te estoy escuchando, zopenco.
—Yo no soy quien tiene un tobillo lastimado, ¿o sí?
Claire trató de llegar hasta él para darle un golpe, pero Dane la tenía sujetada con fuerza y no le fue posible tocar a Jeremy.
—Mamá está adentro, sabrá qué hacer.
Joy era enfermera, así que los Mitchell habían crecido en un ambiente más bien seguro. Nunca faltaban los accidentes, pero Joy siempre atendía sus lesiones y pocas veces habían tenido que ir a revisión a un hospital.
—Es un esguince de primer grado, no es grave —dictaminó Joy—. Aplicaré algunos fomentos medicinales para el dolor y la hinchazón. —Seguía palpando el pie de Claire para saber qué tan amplia era el área afectada—. Descanso total al menos un par de días y olvídate de patinar en mínimo dos semanas.
Claire resopló, pero al final asintió. Dane y Jeremy sólo observaban, aunque el joven Wembley parecía un poco acongojado.
—Será mejor llevarla a su habitación.
Dane se acercó inmediatamente, antes de que Jeremy siquiera pudiera reaccionar ante el comentario de su madre.
—Claire, deberías considerar usar la habitación de huéspedes de la planta baja en lo que mejoras.
—Ni hablar, madre. Eso está fuera de discusión —contestó ella, cuando ya estaba en los brazos de Dane—. Mejoraré sin abandonar mi habitación.
Jeremy rodó los ojos y Joy sonrió, aunque ninguno dijo nada.
Dane comenzó a subir las escaleras y Claire notó la expresión de su rostro. Le dio un golpecito en el brazo para que la mirara, ya que tenía la vista enfocada al frente mientras continuaba avanzando.
—Oye, estoy bien.
Dane asintió, aunque el comentario de Claire no parecía hacerlo sentir mejor.
—No fue culpa tuya, simplemente fui descuidada, ¿de acuerdo? Eso podría haberme pasado en un partido real, ambos sabemos que el Roller Derby puede llegar a ser ligeramente peligroso.
—Entonces, no sé si debemos seguir practicando.
—No seas paranoico, grandulón. —Claire sonrió como si no hubiera sufrido lesión alguna—. ¿Creo recordar que dijiste que te tendría miedo? Y mírate ahora, queriendo renunciar a los entrenamientos.
Vio entonces que había una naciente sonrisa en los labios de Dane. Abrió la puerta de la habitación de Claire y la dejó sobre la cama.
—Vaya que eres diferente a la mayoría de las chicas, Mitch.
—Voy a tomar eso como un cumplido.
—Claro que lo es.
Dio un giro y llegó a la entrada de la pista. Había comenzado a nevar, así que era mejor que regresara a casa.
—¿Claire Mitchell?
No reconoció la voz que la llamaba. Estaba terminando de acomodarse las botas cuando levantó la mirada y se topó con los ojos azules de una chica de cabellos rubios.
—¡Sí que eres tú!
—¿Natalie McGee?
—Tenía mucho tiempo que no te veía, Claire. —Le sonrió ampliamente—. Pero jamás podría olvidar ese tono de cabello tan peculiar que tienes y esos bonitos ojos color miel.
—Lo dices como si fuera la gran cosa.
—Para muchos lo es.
Claire notó que un hoyuelo se formaba en su mejilla, ¿siempre lo había tenido? No lo recordaba en absoluto.
—¿Has venido con Dane?
—Ehm… no. —Sintió un revoltijo en el estómago cuando Natalie pronunció su nombre, suponía que siempre sería así—. Él y mi hermano aún no regresan de Rhode Island.
—Qué lástima, me hubiera gustado saludarlo. —Se alzó de hombros—. Fue un gusto verte.
—Lo mismo digo, Natalie —contestó ella, aunque no era totalmente cierto.
—Cuídate mucho, Claire.
Claire se despidió con un ligero movimiento de mano y luego vio como Natalie se marchaba. A la distancia, vio que tomaba del brazo a un chico de cabellos oscuros y no pudo evitar suspirar de alivio.
Natalie McGee. Dane había salido con ella en su último año de preparatoria y le había hecho a experimentar a Claire algo que no se esperaba: Celos.
Dane había hecho comentarios sobre chicas que le parecían guapas y ella hacía lo propio con los especímenes del sexo opuesto, sin embargo, ninguno de ellos había salido propiamente con alguien una vez que se habían hecho amigos.
Cuando Natalie apareció, Claire se había sentido incómoda ante su presencia. A veces iba a las prácticas de fútbol y en otras ocasiones se detenía a platicar con Dane en los pasillos, pero cuando llegó una tarde a la función de cine donde Claire estaba con Jeremy y Dane, se dio cuenta de que aquello iba en serio.
A partir de ese momento, Natalie comenzó a incluirse en sus actividades, además, constantemente tomaba el brazo de Dane mientras caminaban o le acomodaba el cabello, como si su toque mágicamente le fuera a mejorar el peinado.
Natalie no era grosera con Claire, al contrario, siempre le hablaba con dulzura y la invitaba de compras, eso era lo que a Claire le molestaba más, era una buena persona y no podía odiarla. Sin embargo, tampoco podía sentir total simpatía por ella, porque debido a su presencia, se sentía desplazada, Dane ya tenía alguien más a quien darle su tiempo.
Generalmente le contaba todo a Dane, pero no podía contarle aquello, no podía decirle que su novia la alteraba de una forma incomprensible.
Cuando los veía tomados de la mano, le daban ganas de llegar a separarlos, cual niña pequeña haciendo un berrinche. Cuando Natalie le preguntaba sobre los gustos de Dane, daba respuestas muy vagas, de alguna manera, no quería desvelar información que sólo ella poseía, porque dejaría ser la única que sabría esto o aquello sobre él.
Aquella relación le hizo darse cuenta de que sentía algo más por Dane, aunque nunca trató de sabotear la relación que tenía con Natalie y trató de dar su mejor cara a la situación. Él era su mejor amigo y no haría nada que estropeara eso, si se tenía que tragar esos sentimientos que había descubierto para que todo siguiera bien, lo haría sin protestar.
Dane y Natalie fueron juntos a su baile de graduación, sin embargo, para cuando oficialmente terminaron las clases, el noviazgo también llegó a su fin. Claire trató de que la alegría no se le notara en el rostro cuando le preguntó si estaba bien; Dane le dijo que él y Natalie habían quedado en buenos términos y que no había de que preocuparse, pero no dio más detalles al respecto y ella no estaba particularmente interesada en saber, lo único que le importaba era que su relación de amistad con él volviera a ser como antes.
Durante el verano, disfrutó de la compañía de Dane todo el tiempo, de nuevo se la pasaba bromeando con ella y había regresado la forma tan graciosa que tenía de despeinarla, aun cuando ella fingía que lo odiaba. Claire no quería saber nada del inicio de clases, no quería atormentarse pensando que, en unas cuantas semanas, Dane se marcharía y no lo vería hasta que el invierno llegara.
—¿Te reunirás con nosotros en Rhode Island el próximo año?
—No lo sé, chico inglés.
—¿Por qué?
—Mis notas son buenas, pero no excelentes. Ni siquiera asisto a algún club deportivo.
—Tienes un año para inscribirte a uno. Podrías…
—Jamás seré una animadora, puedes dejar de decirlo.
—De acuerdo —dijo Dane entre risas. Después de unos segundos, su expresión se volvió seria y le acarició la mejilla a Claire—. Sé que puedes entrar.
—Tengo un año para decidir qué hacer.
—¿Por lo menos lo considerarás? —había súplica en su voz.
—Prometo que lo consideraré —afirmó ella y le sonrió.
—Recuerda que no rompemos las promesas, Mitch.
—Lo tengo muy en cuenta.
La ventisca había empeorado, así que apretó el paso para regresar a casa en el menor tiempo posible. No se había percatado de que había estado un par de horas afuera, así que tuvo que llamar a su madre para decirle que ya estaba en camino y no se preocupara por ella.
No había ninguna parada de autobús realmente cerca de su vecindario y dado que nunca le había importado caminar distancias largas, el regreso lo hizo a pie; tampoco es que estuviera a una distancia kilométrica de su casa, así que incluso con la nieve arremolinándose a su alrededor, caminó con tranquilidad por las calles de Chicago.
Sus pensamientos volvieron a Dane. En un par de días estaría de regreso y eso provocaba que un cosquilleo se anidara en su interior. Odiaba sentirse así, quería sentirse embriagada de felicidad porque su mejor amigo regresaba, no necesitaba sentir ese tonto repiqueteo indicando algo más allá.
¿Habría cambiado Dane? ¿Esos meses alejados de ella habrían logrado que hiciera un nuevo mejor amigo (además de Jeremy)? ¿Habría salido con alguna de las chicas de la universidad? Se reprendió a ella misma por aquella última interrogante, Natalie había sido la única novia que le había conocido a Dane, pero estaba segura de que no sería la última.
—Y tendré que estar preparada.
Las luces de su vecindario le dieron la bienvenida y rápidamente anheló entrar a casa, subir a su habitación y perderse entre una montaña de frazadas, el frío se estaba volviendo más intenso.
Reconoció el par de renos de la casa vecina y sonrió ante la cercanía de su hogar. Cruzó la avenida para llegar a su acera y fue entonces que distinguió una silueta, aquella figura estaba sentada en las escaleras que llevaban a la puerta de entrada de la casa. Claire tragó saliva cuando se dio cuenta de que aquella silueta, ligeramente borrosa debido a la ventisca, era Dane.
Corrió hasta él, ¿no se suponía que llegaba hasta dentro de dos días? ¿Su subconsciente la estaba traicionando y aquello era una visión? No, no podía saber. Sin embargo, Dane no se levantó cuando Claire acortó distancia.
Cuando se encontró frente a él, sentía que las piernas le temblaban y no se debía al inclemente clima que los rodeaba. El viento revolvía el cabello oscuro de Dane, había crecido algunos centímetros desde que lo había visto por última vez y en aquel momento estaba lleno de copos de nieve.
—¿Dane? —lo llamó Claire, ya que él no se había movido ni había dicho nada.
Finalmente, Dane se puso de pie y se acercó un poco. Debido a su estatura, Claire tuvo que levantar el rostro para buscar sus ojos; no pudo evitar sonreírle cuando estuvo a sólo unos centímetros de distancia.
—Hola, Claire.
La sonrisa de Claire desapareció en un santiamén. ¿Por qué la estaba llamando de aquella manera? Repentinamente, sintió como si una barrera estuviera entre ellos.
—¿Acabas de llamarme Claire? —Casi se le desorbitaron los ojos—. Dane, ¿qué sucede? ¿Qué está mal?
—¿Por qué tendría que estar algo mal?
—Desde que nos conocimos, JAMÁS me has llamado Claire —explicó ella, sintiendo un naciente pánico en el pecho—. ¿Qué más podría ser? Es como cuando tus padres te llaman por tu nombre completo cuando haces alguna travesura.
Que una sonrisa se asomara en su rostro no le quitaba la inquietud a Claire. Él dio un par de pasos más.
—Sólo estaba tratando de tener una conversación seria.
—Vuelvo al punto de que algo está mal, ¿desde cuándo inicias conversaciones serias?
—Te eché de menos, Mitch.
Mitch. Escucharlo nombrarla por aquel familiar sobrenombre le dio algo de alivio, pero aun así se sentía ansiosa por aquel encuentro, había demasiadas cosas que parecían diferentes.
—¿No se supone que llegaban en dos días? —preguntó, recordando las palabras de su madre—. ¿Jeremy está adentro?
—No, él no ha llegado aún.
—Pero, mamá dijo…
Vio burla en su sonrisa, el Dane que conocía finalmente estaba emergiendo. Claire acortó la poca distancia que aún los separaba y le dio un puñetazo en el brazo.
—¡Me has engañado!
—Apuesto a que ya has tirado el dardo.
—¡Jeremy me va a escuchar!
Una ráfaga de viento cruzó entre ellos y Claire no pudo evitar tiritar. Dane no pareció inmutarse, así que ella pensó que quizá sí que hacía frío en Rhode Island.
—Entremos, no pienso seguir congelándome, he pasado suficiente tiempo afuera.
—Pero…
—Anda, grandulón, ¡está helando!
Claire lo agarró de la mano para guiarlo hasta la casa. A pesar de que estaba tan helado como ella, su contacto le hizo sentir una calidez inexplicable.
—Le diré a mamá que estás aquí.
—No, por favor.
—¿Por qué no? Dane, ¿seguro que está todo bien?
Por supuesto que no estaba bien. Dane jamás se había negado a saludar a su madre y nunca había tratado de evitar que su familia supiera que estaba de visita.
—¿Dane? —lo llamó, se había quedado en silencio de nuevo.
—Sólo quiero que hablemos, podré saludar a Joy en otro momento.
—De acuerdo —aceptó, aunque dudosa—. Subamos a mi habitación.
Mientras él entraba a la habitación de Claire, ella fue a notificarle a su madre que estaba de regreso, omitiendo la visita de su mejor amigo.
Cuando entró a la habitación, Dane estaba retirando un dardo del tablero. Claire frunció el ceño mientras se quitaba el gorro y los guantes.
—Has hecho que Jeremy le mienta a mi madre, cuando se entere, te dará una buena regañina.
—Quizá Joy entienda mis razones.
—¿Qué razones?
—Ya llegaremos a eso.
—Dane, ¿qué demonios está sucediendo? —preguntó mientras se sentaba sobre la cama. Le indicó a Dane con la mirada que hiciera lo mismo—. ¿Por qué Jeremy aún no está aquí?
—Él decidió ir con el plan original y manejar, junto con un par de compañeros. —Suspiró—. Yo no podía esperar, necesitaba regresar y hablar contigo.
—Ahora estoy preocupada. —Se acercó a él y le tocó la frente—. ¿Estás enfermo? ¿Esperar afuera mientras nevaba te ha afectado la cabeza de alguna manera?
—Mitch. —Tomó con delicadeza la mano que ella había puesto sobre su frente. Decidió desechar la opción de llamarla Claire, ya que no había funcionado y, de alguna manera, tampoco lo sentía natural—. Necesito preguntarte algo y quiero que me respondas con total sinceridad.
—De acuerdo —aceptó, aunque permanecía con el ceño fruncido.
—¿Alguna vez…? —Pareció atragantarse con las palabras—. ¿Alguna vez llegaste a pensar en nosotros como… pareja?
Claire se tensó de inmediato. ¿Por qué preguntaba eso? ¿Es que acaso se había enterado de que había acariciado esa posibilidad en algún momento? Pero de ser así, ¿cómo lo había sabido? Ella jamás se lo había dicho a nadie y pensó que había sido lo suficiente convincente para que nadie notara sus celos por Natalie.
—¿Por qué me preguntas algo así?
—Por favor, dame una respuesta.
No sabía identificar qué era lo que expresaban aquellos ojos azules que tenía frente a ella, pero estaban poniéndola extremadamente nerviosa; no quería contestar a su pregunta.
—Dane…
—Dijiste que me responderías.
Claire apretó los labios y asintió.
—Yo, ehm… supongo que lo llegué a pensar en algún momento —contestó al fin, pero antes de que él pudiera decir algo, continuó explicando—. Pero entendí que no podía arriesgar nuestra amistad así, es demasiado perfecta.
—Mitch…
—¿Por qué preguntas? Dane, no entiendo nada.
—Quizá estoy siendo egoísta, tal vez estoy poniendo en riesgo nuestra amistad, tal cual tú lo mencionas.
—¿Qué?
—Quería verte. No podía esperar dos días más si podía tomar un avión y estar contigo en pocas horas. —Le acarició la mejilla—. Te extrañé muchísimo más de lo que había pensado. Al principio, pensé que era sólo porque estábamos acostumbrados a estar juntos todo el tiempo, somos mejores amigos, después de todo. Sin embargo, debo reconocer que incluso antes de irme, había un sentimiento diferente involucrado de por medio.
—¿En el verano? —preguntó Claire, su corazón había comenzado a acelerarse.
—Sé que sonará fatal, pero… fue incluso antes. —Suspiró, como animándose a continuar—. Me gustaba Natalie, pero entre más tiempo pasaba con ella y menos contigo, supe que no podía seguir con esa relación, era injusto para ella.
—¿Ella sabía por qué? —preguntó, casi boquiabierta.
Él asintió y Claire se quedó muy quieta, aún sintiendo el cálido contacto de la mano de Dane sobre la de ella. Natalie siempre había sido amable con ella, incluso esa misma noche, al topársela, su actitud había sido impecable.
—Estando en Rhode Island, pensé que quizá estaba confundido porque tú seguías cerca mientras salía con ella —continuó Dane—. Estando allá, salí con algunas chicas, necesitaba comprobar si estaba equivocándome respecto a mis sentimientos hacia ti.
Claire sintió un aguijonazo al escuchar que había salido con otras chicas, los celos habían vuelto, estaban acechándola. Por su parte, ella también había salido con un par de chicos, aunque las citas le parecieron tan aburridas y triviales, que decidió no seguir tratando.
—El tiempo parecía ir extremadamente lento mientras estaba lejos. Me descubrí deseando salir por las tardes para practicar Roller Derby contigo, tener nuestros fines de semana de cine e incluso ir al Winter WonderFest y tú sabes que no me parece muy interesante que digamos.
A Claire le temblaba el labio, estaba tratando de controlarse, las lágrimas no podían ser parte de la conversación.
—Estar lejos sólo me confirmó lo que, muy en el fondo, ya sabía: Estoy enamorado de ti —lo dijo con firmeza y su acento británico sólo logró darle más énfasis a su declaración—. Entiendo lo que dices, el miedo de, tal vez, romper la amistad tan perfecta que tenemos, pero… ¿qué más puedo hacer? No puedo seguir fingiendo que sólo te quiero como amiga, tarde o temprano quizá podría arruinarlo de todas maneras.
—Dane…
—No estoy pidiéndote nada, ¿de acuerdo? Sólo creo que lo correcto era decírtelo y, de alguna manera, ponerte sobre aviso por si llego a hacer algo tonto.
—Siempre haces cosas tontas, no es como que no esté prevenida. —Soltó una risita, pero también un par de lágrimas habían corrido por sus mejillas sin que ella pudiera evitarlo.
—Claire… —se le escapó nuevamente.
—No me llames Claire —interrumpió—. Que lo hagas siempre me hace pensar que algo está mal. Y nada está mal entre nosotros, Dane, por lo menos no aún.
—¿No aún?
—Estamos ante un camino que no sabemos a dónde nos llevará. —Se alzó de hombros.
—Sé que me dijiste que lo llegaste a pensar, pero… ¿alguna vez, tú…?
—Estuve celosa todo el tiempo que saliste con Natalie —aceptó—. Pero era una buena chica, así que no podía hacer que cayera por accidente o algo así. —Se limpió las lágrimas con la manga del suéter.
Claire no mencionó su encuentro con Natalie aquella noche, estaba de más, aunque comprendió que el comentario sobre su cabello y sus ojos quizá lo había hecho por él, al fin de cuentas, se enteró de lo que Dane sentía por ella.
—Debo admitir que el hecho de que Jeremy alejara a los idiotas de sus amigos de ti me hacía sentir mejor. —Sonrió, el saber que Claire había estado celosa le daba una esperanza, lo hacía sentirse aliviado—. De no haberlo hecho, quizá me hubiera metido en problemas.
—¿Problemas? —Claire levantó ambas cejas.
—No me hubiera gustado escuchar sus comentarios perversos respecto a la hermosa hermana menor de Jeremy.
—Estás loco. —No pudo evitar sonreír y sintió como el sonrojo se apoderaba de sus mejillas—. Ahora que lo mencionas, ¿qué tiene que decir Jeremy de todo esto?
—Al parecer, tú y yo somos un par de idiotas por no haber hablado sobre esto antes.
—¿Él lo supo todo el tiempo? —Claire parecía sorprendida.
—¿Cómo saberlo? —Dane se alzó de hombros—. A veces Jeremy todavía hace cosas que me sorprenden.
—Me va a escuchar cuando llegue, te ha dado la ventaja en el tablero. —Le dio a Dane un manotazo.
—¡Oye! Esa fue su idea.
—No me importa, yo soy su hermana.
—Esa es la Mitch que tanto extrañé. —Sin previo aviso, se acercó a ella y la envolvió con sus brazos.
Claire tembló ligeramente, sintiéndose tonta de inmediato, aunque si Dane lo notó, no hizo comentario alguno.
—¿Sabe tu padre que ya regresaste? —Se separó un poco de él para subir el rostro y poder mirarlo directamente a los ojos.
—No, sólo lo saben Jeremy y tú. —Le dio un beso en la frente—. Ahora que ya te vi, puedo ir a decirles a los demás que he vuelto.
—Casi es medianoche, no suena como la mejor idea en este momento.
—Entonces, ¿puedo quedarme?
—¿En mi habitación? —preguntó ella, tratando de ocultar el nerviosismo.
Dane se había quedado en su casa centenares de veces, pero siempre ocupaba la habitación de huéspedes. Él asintió y acercó más el rostro al de ella.
—¿Vas a pedirme que me vaya cuando te he extrañado tanto? Eso es muy cruel.
—Como ya lo había llegado a decir, eres un chantajista.
—Si funciona, me da igual lo que pienses.
—De acuerdo —aceptó ella, sonriendo—. Pero si empiezas a roncar, te vas de inmediato.
—Trato hecho.
Las prisas por volver no le habían impedido a Dane empacar propiamente, en pocos minutos, apareció usando una pijama de franela. Claire suspiró aliviada cuando vio que era ropa para dormir decente y también agradeció que su cama fuera enorme y cabrían los dos sin problema. La luz se extinguió en un par de minutos y, aun con todo el espacio en la cama, Dane se aferró a ella, haciéndola estremecer, aunque era una sensación que le gustaba.
La oscuridad los rodeaba completamente, así que él, a tientas, buscó el rostro de Claire con sus manos; lo palpó lentamente y cuando reparó en su boca, se apoderó de sus labios, eran suaves y tenían un ligero sabor a fresa. Muchas veces había imaginado cómo sería besarla, aunque nada podía compararse con ese momento, donde había un beso real de por medio que le hacía sentir que había alcanzado las estrellas. Sintió como ella lo abrazaba con fuerza mientras correspondía el beso, en él, había una mezcla perfecta entre inocencia y fuego.
—Mitch —susurró cuando dejó de besarla, debido a la falta de aliento—. No te vas a librar de mí en todas las vacaciones.
—Más te vale que así sea. —Le dio un beso en la nariz y luego escondió el rostro en su pecho.
Al día siguiente, Claire encontró una nota de su madre indicándole que le tocaba trabajar el turno de la mañana, así que la casa vacía se convirtió en su guarida. Desayunaron en la sala, envueltos entre frazadas y acurrucados el uno en el otro.
Fue difícil para Claire convencer a Dane de ir a su casa para que le dijera a su padre que había vuelto. Después de una guerra de almohadones y unos cuantos besos (que a Claire aún le parecían extraños, pero le sabían a paraíso), Dane se marchó, prometiendo regresar a buscarla por la tarde.
Después de haber comido con sus padres, subió a su habitación para cambiarse de ropa, tenía que ser algo abrigador, estaba segura de que Dane querría salir a pasear, después de haber estado medio año en otra ciudad. Estaba terminando de ajustar un gorro negro, cuando alguien llamó; no había llegado a la puerta cuando ésta se abrió y el rebelde cabello de Jeremy hizo aparición.
—¿Puedo pasar?
—¡Jeremy!
Claire corrió hacia él y casi lo tiró al piso cuando lo abrazó. Jeremy sonrió ampliamente, a la vez que le arrancaba el gorro y le despeinaba el cabello.
—Te extrañé, loca y malvada hermana menor.
—Eres un bobo —dijo riendo.
Después de un par de minutos sin soltarlo, por fin lo hizo entrar a la habitación y lo invitó a sentarse sobre la cama, a su lado. Repentinamente, le dio un puñetazo en el brazo.
—¡Oye!
—Eso es por hacer que mamá me diera información falsa.
—Si te refieres al viaje en coche, uno de mis compañeros manejó de noche y eso ayudó a que llegáramos más rápido.
—Sabes bien a lo me refiero. —Lo miró, ceñuda.
—Digamos que adelanté el regalo de Navidad de ambos.
Las mejillas de Claire se tornaron rojas inmediatamente. Le dio otro puñetazo, tratando de que no notara su sonrojo.
—Si lo hubieras escuchado, Claire —dijo él, todavía acariciándose el brazo, el golpe de su hermana había sido fuerte—. Dane hablaba de ti todo el tiempo, aunque no parecía darse cuenta de la devoción con la que te rememoraba. Contaba esas historias como aventuras de la preparatoria, pero todos nos dimos cuenta de inmediato.
—Es decir que… ¿no lo sabías antes de que se marcharan a la universidad?
—Tenía mis sospechas, pero pensé que quizá estaba exagerando, después de todo, salió una temporada con Natalie. Sin embargo, cuando le expliqué los planes de regresar manejando, no parecía muy convencido, así que simplemente le dije que ya sabía por qué quería regresar lo más rápido posible.
—¿Estás bien con esto? —preguntó Claire temerosa.
Jeremy nunca se había mostrado muy abierto a hablar de temas sobre romance con ella, sólo le advertía que tuviera cuidado cuando salía con algún chico y, claro, el secreto a voces de que mantenía a sus amigos a raya.
—Dane es un buen chico, por lo menos sé que lo intentará en serio. —Se alzó de hombros—. Si ustedes lo arruinan, estará fuera de mi jurisdicción.
—¡Oye!
—Espero que no me excluyan de los paseos ahora que serán una melosa pareja.
—Como si eso pudiera pasar. —Lo miró unos segundos y luego lo abrazó—. Gracias, Jeremy, eres el mejor hermano del mundo.
—Y tú la mejor hermana, aunque tienes prohibido divulgar que he dicho eso. —Sonrió—. Ahora, pasemos un rato con nuestros padres antes de que Dane te rapte.
Habían pasado sólo un par de horas desde que Jeremy había llegado cuando Dane hizo su aparición. Saludó a todos y luego pidió permiso a los padres de Claire para poder llevársela a pasear un rato; ella rodó los ojos, con aquello, acababa de dejarle claro a su madre que algo había cambiado, era muy intuitiva.
Hicieron un recorrido muy similar al que Claire había hecho el día anterior y, por la noche, el padre de Dane se unió a la cena en la casa de los Mitchell.
Los días antes de Navidad se les fueron como agua entre las manos. Jeremy, Dane y Claire paseaban constantemente por la ciudad, iban al cine o se quedaban a jugar videojuegos en casa. Claro que Dane y Claire también dejaban algunas horas del día para estar solos, rememorando los buenos recuerdos de cuando estaban juntos en la escuela, patinando o simplemente se quedaban encerrados en la habitación de Claire, robándose besos, los habían deseado por tanto tiempo, que a veces todavía les parecía increíble que de verdad estuvieran juntos de aquella manera.
La cena de Nochebuena fue tranquila, como cada año en la casa de los Mitchell, teniendo como invitados a los Wembley. Ni Claire ni Dane habían dicho nada sobre su naciente relación, debido a que, una vez terminadas las vacaciones, él y Jeremy se irían de nuevo, aunque, de cualquier manera, todos parecían darse cuenta de que la forma en que se miraban era diferente.
A nadie le sorprendió que Dane se quedara. Debido a que que sólo Claire y él sabían del pequeño secreto sobre la noche en que habían dormido juntos, se quedaría en la habitación de huéspedes.
Sin embargo, aquella noche, cuando todos se habían retirado a sus respectivas habitaciones, Dane subió a la planta alta, escondido entre la oscuridad, había estado en la habitación de Claire tantas veces, que podía llegar a ella sin necesidad de tener luz que guiara el camino. Abrió la puerta con sigilo y luego se coló en la cama, robándole una porción de frazada a una somnolienta Claire.
—Por todas las estrellas, Dane, ¿qué estás haciendo aquí?
—Vine a platicar contigo.
—¿Y no podías esperar para hacerlo más tarde?
—Es Navidad, quiero darle énfasis a la petición.
—¿Petición? —preguntó Claire, a quien se le había espantado el sueño en un santiamén.
—Quiero que nos alcances a Jeremy y a mí en Rhode Island el próximo año.
—Dane, ya hemos hablado de eso.
—No lo suficiente y ciertamente desde que, bueno, ya no somos sólo amigos, hay cosas a considerar, ¿no lo crees?
—¿Cuál es la propuesta, exactamente?
Hablaban casi en murmullos, debajo de las frazadas. Era prácticamente imposible que alguien los escuchara, porque hacía buen rato que se habían ido a dormir, pero no querían correr riesgos.
—Volveré por lo menos una vez al mes, para ayudarte a estudiar para el examen de admisión —dijo él, mientras le acariciaba el cabello con delicadeza—. Me gustaría venir más, porque sé que te extrañaré horrores, pero sería demasiado complicado.
—Lo entiendo. —Sonrió, aunque no estaba segura de que Dane pudiera verla con claridad—. Tenerte aquí cada mes será mucho mejor que el medio año que pasé sin verte.
—Debes entrar a algún club deportivo, ayudará para los créditos.
—Jamás seré una animadora, quiero que quede claro que NUNCA voy a cambiar de idea.
—De acuerdo, aunque te verías encantadora con el uniforme. —Se rio—. Afortunadamente eres buena en muchos deportes, así que sólo decídete por alguno.
—¿Qué más?
—Debes visitarnos en las vacaciones de pascua. Si por alguna razón el hecho de que Jeremy y yo estemos allá no es motivo suficiente para que te decidas, estoy segura que ver el campus te hará cambiar de opinión.
—Y podré espantar a las chicas que tengan el descaro de pensar que tienen el derecho de coquetearte.
—Tienen el derecho de coquetearme. —Sintió como Claire lo pellizcaba—. ¡Oye! No me dejaste terminar.
—No veo cómo esa frase pueda tener un comentario que la mejore.
—Tienen derecho a coquetearme, aunque su intento resulte débil y patético si tratan de compararse contigo.
—Eres un adulador.
—Entonces, ¿es una promesa? —su voz estaba llena de total esperanza.
—Es una promesa.
—Recuerda que no rompemos las promesas, Mitch.
—Lo tengo muy en cuenta.
Lo besó fugazmente y después se retorció en sus brazos para acomodarse, sentirlo a su lado la reconfortaba. Mientras volvía a adormilarse, cayó en la cuenta de que no había Navidad que recordara donde se hubiera sentido más dichosa y, por un momento, pensó que quizá era un regalo del destino. Sonrió y luego volvió a dormir.
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